Acaso
¿te dicen algo esos puertos
donde hace años
amarra un último lanchón?
Los granos de maíz caían.
Viejo marineo limpiaba la cubierta
Arrojando ese grano al agua atardecida,
y luego
dejaba deslizar aparejitos de piola desde la borda,
sin preocuparse,
sin deportivamente
pescando,
mientras conversaba hacia la noche todavía niña
hacia las luces de la otra ciudad…
igual habría peces y remolinos de peces
cuando lavaran las jaulas de ganado
en el viejo muelle;
igual oscuras damajuanas en canastos de mimbre
habría en las cocinas
de esos pequeños barcos de río
aparejados con lanchones o barcazas
que esperaban el final de las estibas
o el calado propicio;
igual lobitos de río
o doradas cazando, habría
Acaso,
¿estas heladas, estas serenidad de costa bajo duras estrellas,
te dicen algo de otros fríos
con huelgas ferroviarias y frigoríficos de tristes chimeneas?
otras tardes habría
otros caminitos y arenales hacia los viñedos,
hacia los cítricos, hacia los olivares,
hacia montes de espinillos
que escondiera jabalíes retobados en las siestas
o zambullidas de carpinchos en los arroyitos de enero…
Pero,
¿no veríamos la estela del hidro
abriendo plateado surco en medio del río?
Quizás
esos sauces con niebla enramada
también existirían, desde entonces,
cuando nos zambullíamos con los ojos abiertos
y mirábamos al río desde adentro del río.
Último hidroavión de extraño mundo y lejana guerra
acuatizaría con opalino ronquido en sus cuatro motores,
y otra luz deslizábase desde los recodos del río
para que viéramos un paisaje que no volveríamos a ver,
quemando muñecos en las noches de San Juan
mientras un sereno encandilante
cayera desde las más bellas estrellas del Sur,
y cayera
hacia el Eye Garaycochea y los gurises
que poníamos petardos en los bolsillos del muñeco,
y que siempre
siempre
nos parecía el mismo muñeco de llamas azules
en el corazón de los inviernos. Acaso,
¡te dicen algo esas vías, ahora,
ahogadas por tanto cemento;
o bien aquéllas que iban hasta el Molino? ¿Y los camiones?...
y el hombre de la cucharita calando las bolsas de arroz,
y el sol ocultándose bien al oeste, ya,
cuando empezaban a llegar los camiones
-el Scania y el Magyrus Deutz y el Merecedes narigón…
Las chaquetas de cuero relucía
ante lucecitas azules
de los calentadores de alcohol, y
una conversación incomprensible
siempre de rutas o de balsas,
siempre de puentes o terraplenes,
siempre de fierros, viejo Moser, siempre.
¿Oís?
Aún golpean unas bochas
En la vieja cancha. Todavía hay
espores blancas o alpargatas jubiladas
yendo hacia un club de barrio. Y sin embargo,
¿acaso te dicen algo esos golpes,
esos naipes tardíos en las grises noches de la Locomotora?
¿Oís? Esta es la memoria que nos queda:
Enfermos de vértigo
miramos un río que ya no nos pertenece,
que ya no convoca blancos remeros
en las madrugadas diáfanas…
Esta es la memoria que nos queda: Nada hay
Más viejo que un diario de ayer, dice el Adolfo sur,
porque el plomo se ha consumido
en las manos del linotipista,
y después sus manos también,
bajo inalcanzables madrugadas de junio
buscando alguna prueba de galera,
enfermo de tintas, ahogado de plomo hirviendo…
Encender un farolcito de kerosén en las costa,
Contemplar cierto fuego en una cocina económica. Acaso
también descubrir un corso con flores y guirnaldas y lentos carruajes
que solemne vendrán a inaugurar
un renacido Marqués de las Cabriolas;
un patio con aljibe y jazmines,
viejos almacenes donde aún perviva la yapa
y esta sea un puñado de caramelos
o bolitas uruguayas, acaso…
Acaso un puerto, nuevamente,
mientras otro verano atardece
y las luces de Salto flotan hasta nuestra orilla…
Por ahí,
con papel españa ce reparan coginete
y en algún barrio hay calles de tierra
donde todavía serían suaves los hoyitos
Pero nos han matado hasta el pasado
y no hay zaguanes albergando frenéticos amores
ni heroicas anarquías en los ferrocarriles.
Nos han matado hasta el pasado
y sólo nos queda despreciar tanta ciudad antropófaga
tanta joven codicia
tanto bar de putas y alcahuetes.
Y sólo te queda mirar la ciudad, serena ahora bajo la brisa
que deshoja un viejo diario de ayer
mientras otros trenes viajan hacia la noche
escapando de la amnesia.
Desprecia siempre la amnesia.
Siempre. Desprecia siempre la amnesia.
Siempre.
(De: “Ragas “)