LAS CASAS QUE HABITAMOS

De 7 poemas (1997)

“Lo que la palabra no detuvo,

Cae en el resplandor de este silencio”.

Dora Hoffmann.

Prestadas unas, alquiladas otras,

todas con una blanqueada descascarada historia de moho como zócalo.

Y un rincón, instante, secreto u objeto que la hizo menos ajena, más íntima, nuestra.

De la primera recuerdo el parral, ese cielo de tintos redondos racimos,

los helechos, los columpios y el laurel. El transpirado abrazo de mi padre.

El pan que cortaba en rodajas y un candelabro de leyendas iluminándonos.

La libertad le pertenecía a esa casa. Fue redonda como mis palomas, zureo o canto?

De la otra recuerdo la hiedra y los muros, el granado y los ciruelos,

un quinqué celeste y los morteros de carrara.

De la tercera no recuerdo sino su humedad y la ropa tendida refregando el aire.

De la cuarta el jardín y sus hermosos peligros.

Los espacios baldíos, el deseo naciente y los perros

y  los pájaros cebados en los desperdicios de la carne.

De la quinta el aljibe, sus mayólicas, el altillo y sus misterios.

De la sexta sólo un viejo paraíso.

Y de la séptima y última, nada. Sin embargo esta casa es todas las casas.

-(De la primera conserva un bosque de hojarascas;

de la segunda la sazón de los frutos;

de la tercera un sueño en acecho;

de la cuarta los jazmines del aire;

de la quinta la luminosidad de la mañana

y de la sexta una puerta abierta)-.

Hoy entro a ella como quien regresa de una cita cumplida.

Lo que nunca recordaré entre lágrima y lágrima

es cuando abandonada una e ingresada a la otra.

Alquiladas unas, prestadas otras,

la séptima nuestra, propia.

La octava seguramente tendrá que ver con la eternidad o el olvido.

El todo o la nada.