De “Bailarines en el mercado”, 2006.
Infantes navegantes
las frutas por la noche
en las góndolas blancas.
Ronroneantes, fetales,
subtrópicas,
difuntas del jugo prometido,
fuera del arco antiguo del edén continente
que no zarpó destino, pervertido en historia.
Pira en cruz de las piñas,
amor de mandarinas ya polvo,
ya cansado, ya lustrado
y abierto
a la demanda ígnea de lúbricas monedas.
Ánima de la tierra en el degüello,
abierta, descolgada, enfardada
loca triste
que se ofrece, se niega,
se exhibe y fermenta
en la mirada rota del ojo que la deja.