LA NIÑA DE SAN MARCOS

 

Como un agua secreta, como el agua

fresca bajo las ásperas higueras

que a la acequia profunda se abatían

devotas: como el agua

que de la sierra viene, de la menta

y el granito, la noche y las estrellas.

 

Ábranse —dijo el aire

a la tribu nocturna. Y te recuerdo:

dibujaba tu mano

vidas, constelaciones. La terraza

daba a una eternidad límpida y tuya;

y la clara asamblea te escuchaba

desde las hondas gradas siderales.

 

Y el agua, abajo.  El agua que corría,

platicando, llamando

en su lengua, delicia entre la sombra

como la que a mis ojos por tu boca

desde los astros sin dolor venía.

 

En tu boca tu lengua como el agua

sobre piedra locuaz me regalaba

sílabas puras, líquidas sonantes

y vocales resueltas que decían

su silencio a la noche

lejana. Te recuerdo,

te recuerdo llorando, levemente

bajo el ojo de Sirio, bajo el arco

de Orión:  ¡lágrimas tenues

de agua humana, reliquias

de agua mortal que se desliza y ama!