Como un agua secreta, como el agua
fresca bajo las ásperas higueras
que a la acequia profunda se abatían
devotas: como el agua
que de la sierra viene, de la menta
y el granito, la noche y las estrellas.
Ábranse —dijo el aire
a la tribu nocturna. Y te recuerdo:
dibujaba tu mano
vidas, constelaciones. La terraza
daba a una eternidad límpida y tuya;
y la clara asamblea te escuchaba
desde las hondas gradas siderales.
Y el agua, abajo. El agua que corría,
platicando, llamando
en su lengua, delicia entre la sombra
como la que a mis ojos por tu boca
desde los astros sin dolor venía.
En tu boca tu lengua como el agua
sobre piedra locuaz me regalaba
sílabas puras, líquidas sonantes
y vocales resueltas que decían
su silencio a la noche
lejana. Te recuerdo,
te recuerdo llorando, levemente
bajo el ojo de Sirio, bajo el arco
de Orión: ¡lágrimas tenues
de agua humana, reliquias
de agua mortal que se desliza y ama!