ESPÍAS DE DIOS

 

Retomo, al azar y en mera busca de descanso y de vías libres, el gran libro de Cortázar sobre Keats. Allí me reencuentro con una cita que me había sobresaltado un poco. Cortázar cree recordar que en King Lear se dice que los poetas son los espías de Dios. Me vuelco al texto, o mejor dicho, a la imitación castellana que perpetró Astrana Marín, y allí me dedico a buscar. Como no encuentro, me dedico a leer. Me sumerjo, me hundo en las aguas bravías de la pieza. Me siento desbordado, arrastrado por el horror que puede haber en el corazón de dos mujeres. (Por alguna honda razón, la madre falta en la tragedia.) De pronto, cuando ya apenas recordaba por qué me había adentrado en el libro, me encuentro con esto: Lear y Cordelia han sido apresados por sus enemigos. Lear, en su extravío, está feliz. Cree que podrá ser feliz en el calabozo, al lado de su hija recobrada. Y le predice un hermoso futuro: allí, en la cárcel, cantarán y se referirán mutuamente antiguas historias, y perseguirán a las mariposas doradas, y escucharán necias noticias de la corte... “Y tomaremos sobre nosotros el misterio de las cosas, como si fuésemos espías de los dioses.” Pero el texto dice (Acto V, Escena iii):

And take upon us the mystery of things,

As if we were God’s spies.

                 ¿Por qué traducir los dioses? Capricho de don Astrana Marín, probablemente, que sin embargo no puede menos que trasladar palabra por palabra el sugestivo take upon us the mystery of things. Y veo que Cortázar citaba de memoria, y mal, aunque por supuesto, bien. ¿Quiénes son los que pueden hacerse cargo del misterio de las cosas, sino los poetas? O tal vez una mujer inocente en las garras de sus verdugos, o un viejo rey a quien sus hijas malvadas despojaron.

                La imagen de Shakespeare reluce extrañamente, como esos ojos del caos de que hablaba Novalis, los ojos del caos que fulguran bajo el velo del orden. Hacernos cargo del misterio de las cosas, como si fuéramos los espías de Dios. ¿Los espías que Dios ha enviado a la tierra? ¿O los que espían a Dios para descubrirle su secreto, the heart of his mystery, como dice el príncipe Hamlet? ¿Acaso Dios —que ahora es meramente el ubicuo Dios de Spinoza— se espía a sí mismo, a través de nuestros ojos humanos, a través de los ojos del caos que somos...?

                El más perfecto final para una tragedia es la frase de Kent, que ve muerto al anciano rey y no puede menos que bendecir a la muerte:  

Vex not his ghost : O, let him pass! he hates him

That would upon the rack of this rough world

Stretch him out longer. 

Rack es el potro de tormento. “Lo odiaría quien quisiera seguir desgarrándolo en el potro de tormento de este mundo.”

La muerte es el manantial más escondido, la madre ausente de todos los misterios.