Cómo duele el silencio que no quiebre
ni una hoja que caiga, ni pisada.
Cómo duele la piel sí, aún en mi fiebre,
yo la siento en el frío desolada.
Por eso en esa voz que me ha nombrado
cuando en la sombra pienso que estoy vivo,
me llega ese dolor por mí esperado
sin saberlo quizá... Y está conmigo.
Por eso hay una mano descarnada
que en la noche me espera y me acompaña,
queriéndome decir que no hay más nada
detrás de nuestra voz que nos engaña.