Oye, Uruguay!
Oye, Uruguay,
muy quedo yo te digo
las palabras
que el viento habla conmigo,
y a la orilla de ti,
como en almohada
de soledad,
mi sien piensa acostada.
Cuando vuelva de allá;
de lo lejano,
te encontraré esperando,
que mi mano
te acaricie en el hombro,
como ahora,
como ayer
a mi dulce hermano muerto.
Yo volveré a llamarte,
si despierto,
por detrás de las nubes
y la aurora;
como te llamo
en esta sombra ahora.
Yo estoy triste ¿Lo ves?
y a veces lloro;
pero vengo a mirar tu espalda
de oro en el ocaso lila
y vuelvo a ser
ese pájaro alegre
que era ayer.
Tú eres triste también.
Yo sé la hora
y el momento preciso
en que tú lloras:
cuando se calla el pájaro,
y el viento se detiene
en medio de las horas
para escuchar conmigo
tus lamentos.
El me dice de ti,
me da tu mano,
me acaricia con ella
y muy cerca a mi
tu dulce voz
cálida escucho
y ella me dice
que me quieres mucho.
Oh! Uruguay,
de límpidos espejos
te vistes,
donde el cielo
detiene sus reflejos.
Uruguay de las garzas
y la roja
flor que el ceibo a la tarde
en ti remoja
para morir en ti
ciega de noches.
El viento me contó
que cuando creces
es para ver los nidos
que en la orilla
sobre la rama un pájaro
la ovilla:
¿Quieres poner al árbol
de rodillas
o contemplar el nido
que con el alba crece?
Sé que muy sólo estás
por eso hablo
con tu pálida voz.
Te contaré de mí...
Como la arena
que te mira pasar
quisiera ser.
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Pero, pienso después
que quiero ver
toda la selva
que en tu sien se espeja.
(Junio de 1949)