ME HAS SORPRENDIDO...
Me has sorprendido, diciéndome, amigo,
que "mi poesía"
debe de parecerse al río que no terminaré nunca, nunca, de decir...
Oh, si ella
se pareciese a aquél casi pensamiento que accede
hasta latir
en un amanecer, se dijera, de abanico,
con el salmón del Ibicuy...:
sobre su muerte, así,
abriendo al remontarlo, o poco menos, las aletas del día...
Sería mejor eso que mide
su silencio, y de que, al fin de cuentas, parejamente, es hija.
Y acaso recién podría
comprometer a las nubes que le sueñan su extravío
entre dos cielos,
también...
y atender unas orillas
que quisiese, como él, llevar consigo
sobre todo, esa melancolía
de espinillos
que igualmente, se le retira
para asumirles lo que, como a los otros, hacia el filo
de la tarde, ni las sílabas
que los han inquirido, aladamente, deslíen…
Y habría de bautizar, a su semejanza, la sombra que llegase a esa su rima
de Jordán, en subida
desde la sal en que hubo, lunarmente, de morir,
para hacer así,
según lo hiciese con él, y en celeste
de amanecida...
para hacer, otra vez, la vida...
O quizás, por qué no? pudiera mirar con azahares, asimismo,
la angustia,
cuando, tras las guirnaldas de golondrinas,
que él abismase,
sólo la mirara, parecidamente,
el frío…
o envolverla, aún, como en una presencia cuya línea
resumiría las líneas...
para ver de que advirtiera, en la iluminación, la última o la prima
en un centelleo de cíngulo
de esa alba que, de adentro, y tal la soledad que de súbito sería
al azar restituida,
pero evoca, providencialmente, de sí
el cisne,
ella, la angustia del gris,
habría investido…