¿Cómo se escribe un poema? Es poco imaginable que esta pregunta sea formulada y mucho menos contestada. Pero la otra, hermana de ésta, osa emerger con el recato de una presencia tímida: ¿por qué, por qué se escribe un poema? Para responderla hay que remontarse muy lejos, en un viaje de regreso, a la infancia.
Allí nos espera el titubeo sobre las primeras palabras, en el comedor de casa. Con el libro reciente en la mano, hemos percibido su olor a nuevo, a imprenta, hundiendo la nariz entre las páginas, y ese olor nos impregna, convive en nuestro cuerpo, como las letras claras, anchas, preciosas, emuladas o lisas sobre la página de seda. Oh, por esas páginas, el dedo curioso, de piel tan lisa como ellas se pasea delicado, reconociendo el terreno, y a través del contacto suben las sensaciones, como voces susurradas que anudan el entendimiento y la posesión. El libro, las páginas, las letras, la luz. el benteveo, la calandria, los gorriones afuera, los ruidos de la casa, el olor de la cocina, todo acompaña el momento como en un baile, una danza, una representación. Apelamos a ellos que ya en sus nombres anticipan el sentido: baile, entre su par de sílabas, la i sonora, delgada, las une como a dos partenaires, y danza, todo en ella se alista para el movimiento, basta mirarla con atención: dannnzzaa. Ahí empieza el gusto por esas presencias, que se buscarán siempre, se esté donde se esté, muy lejos de aquél ambiente familiar, tibio, protector, presencias de sonidos, movimientos y líneas, luz. tonos, colores, cantos, formas que correrán más tarde como una prolongación natural de ese momento hacia el poema. El poema no será nunca más que un pasaje de aquél, aquellos momentos, ser la traza sobre el papel de ese pasaje, su grafía. Pero en esa traza nos deja el hilo para que reiniciemos el baile, la danza. El hilo que encontró Proust en la madelaine, que en el cuento rabe se encontraba frotando la lámpara, el umbral de la evocación, de la imaginación, de lo maravilloso. Esa traza está en los poemas de Uchitel, que llevan la impronta de momentos privilegiados, puros...y sonoros. La sonoridad, el gusto por ciertos ritmos, que aparecen bajo la forma de una cierta manera de decir que se absorbe en la infancia. Cadencias de la lengua, de cantos, de rondas, y el despliegue constante de voces y formas de la naturaleza que han ido desplegando, conformando el ámbito sonoro y visual caro a los sentidos:
aves errabundas
nubes desgajadas
y luminosidades
o
y no digo que sí
y no digo que no
«La música se degrada cuando se aleja demasiado de la danza. La poesía se atrofia cuando se aleja demasiado fie la música», dice Pound, que contundencia de herrero, minuciosidad de orfebre y oído musical hurgó en todos los entretejidos de la poesía. Es en la proximidad de estas dos hermanas en donde se ha ido conformando