EDGAR LEE MASTERS

 

Jamás habría podido escribir una novela.

Por eso decían en mi pueblo que yo era poeta

         imitador de Shelley.

Recogía los ecos de las realidades y algunas imágenes

         merodeaban mis borradores escritos

         en los papeles con la marca de oscuros hoteles del Sur,

y era simplemente un lírico empobrecido de versos, ya latino

ya inglés, ya americano

cuando en el fondo yo creía en una épica de batallas humanas.

Entre cada palabra yo veía siempre junturas irreparables

en cada imagen sentía multitudes de otras que iban y

      venían por el pueblo

                     que sus fundadores llamaron Spoon River

       como Dippold el óptico imaginativo, el pobre herrero Shack Dye

la enamorada Anne Rutledge, el honorable Henry Bennet

(biografías de cretinos o ambiciosos, biografías

           que ambulaban como sonámbulos en un espacio

                     irreal, uniones, separaciones,

                        mentiras del discurso).

 

Un día descubrí en uno de mis viajes de abogado errante

       un antología griega

     una multitud de átomos dispersos en el tiempo.  Entonces

            comencé por inventar mi propio estado real:

            había encontrado el espacio de este lenguaje

     almorzando solo en las orillas del río.  Ahora yo también

            duermo mi gloria anónima en el cementerio de

                                   Spoon River

                                    (1869-1950)