PATCHWORK


Papel de arroz.

 

la impaciencia

que sacude al arroz

al cocerse, uno sobre otro

escribo mis nombres

en un grano, la tinta china

seca sobre el torso

 

indica el dominio

 

uno de tantos, será el elegido

el miserable colgante

encapsulando el germen

de renuncia, de ser no más

que un diafragma de venn

 

al borde del papel

 

reciclado, viene el aire

a mis poros, el agua que hierve

se escurre y, el almidón,

me viste de blanco,

estéril, yo y mi semilla

 

sobre el pecho, sepultamos las cruces.

 


 

grieta.

 

El miedo a la pared

ha terminado

por desmoronarme.

 


 

bis

 

Te haces encima

porque no hay otra forma

de hacerse.

 


 

Brujita de los colores.

 

Dame uno, dos y tres

una mariposa multicolor

pero no me atrapes

porque corro corro

y soy liebre, libra

sin balanza, casi sin peso

en la punta del pie

que cae un poco como piedra

libre.

 


 

La era de los nómades.

 

Nosotros éramos

como un pequeño circo

venido a menos

 

Nada de falta de presupuesto,

la calamidad (la nuestra)

era como un desliz

de tibieza en el maquillaje.

 

sí, es cierto,

perdimos el tono

en nuestras notas,

aunque juro no haber desafinado

 

Era un temblor.

 

el retrato no es muestra gratis

de nostalgia, sino pintura para torta

arruinando el lomo

de cualquier león.

 

Y el nuestro tampoco era

el rugido de Nietzsche,

mas bien se parecía bastante

al del acompañante de Dorothy. 

 

Quise decir: sólo fue

una errata, pero todo

se había vuelto erante.

 


 

pies de barro

 

Puedo jurar por imposible

que parezca

que hay veces donde la huella

entierra el zapato

y no al revés.

 


 

La herencia de Karl.

 

Bajaste del colectivo

te esperaba puntual

luego de una vida

de no vernos

 

pregunté: “-¿tu vida?”

“-Tonta” me dijiste

casi no replico

atónita insistí

 

(siempre insisto

en el error, demasiado

Popper)

 

“-la vida es tonta”

bajaste la mirada

y, en ese momento,

te convertiste,

como por acto de magia

de dudoso origen,

en todos los n(o-h)ombres

de mi vida

 

(tonta)

 

supe que el colectivo

no había llegado,

que ningún freno había

alterado la luz del semáforo

de la esquina

 

no era un alivio saber

que esa noche el mundo

(también) estaba solo.