Qué es un poeta
Pienso que es un gato de cinco patas, un olmo que da peras, alguien que se sienta a la puerta de su casa y no ve pasar el cadáver de su enemigo, tampoco ve pasar el cadáver de su amigo, ve pasar su propio cadáver.
El poeta es el único ser que se baña dos veces en el mismo río, el único que se moja dos veces en la misma lluvia. Shakespeare, el poeta que dijo: el resto es silencio, el poeta que dijo que la vida es una historia llena de ruido y furia contada por un idiota, dijo de los poetas que los poetas son los espías de Dios. ¿Por qué los poetas son los espías de Dios y no el poeta es el espía de Dios?
Simplemente porque Dios es el más grande de los poetas. Y los poetas son, entonces, los espías del supremo espía. Dios es una luz imprecisa que los poetas ven sin enceguecerse, sin entornar siquiera los ojos mientas los boquiabiertos tropiezan en la oscuridad.
¿Para qué sirve?
Según el lugar desde donde se formule la pregunta, para nada. Como dijo Oscar Wilde, todo arte es inútil. Todo poeta es inútil y para algunos familiares de poetas todo poeta es un inútil. Pero, o porque, si se formula la pregunta desde otro lugar, el poeta trastrueca la familia y los familiares, vuelve útil lo inútil y cuando el viento sopla por los ojos da vuelta la red, la seda de los párpado.
El oficio de Dios
Vamos barruntando que el poeta tiene una propiedad milagrosa. Eso que Girri denominó en poemas perfectos “propiedades de la magia” es propiedad del poeta. Y sospecho que, a través de esa magia, vamos comprendiendo para qué sirve un poeta: sirve para darnos vuelta al revés, mostrarnos que la poesía es una manera de vivir y de morir, hacernos saber que sobre el puente del daño el poeta y la muerte se acometen.
Por eso, cuando Enrique Heine se moría, su mujer, que le había amargado la vida, le dijo: “Te estás muriendo, Enrique, encomiéndate a Dios para que te perdone”. “No te preocupes”, le dijo el poeta, “perdonar es su oficio”.
Del libro “ANTI-CONFERENCIAS”, Emecé, Bs.As., 1983.