REPORTAJE DE MONA MONCALVILLO PARA REVISTA HUM®

La fiera ruge y el ángel canta. Habla: ISIDORO BLAISTEN

Revista Hum® N° 49, diciembre de 1980

 

Isidoro Blaisten —y ya no Blaistein por supresión voluntarla de una “i”— es un entrerriano de 47 pirulos que escribe po­esías y cuentos como necesidad vital. Hace quince años publicó su primer libro de po­emas, “Sucedió en la Lluvia”, pero recién en 1974 con “El Mago”, y más reciente­mente con el quinto —y por ahora último— “Dublín al Sur”, comenzó a levantar polva­reda... Y se hizo justicia, porque agotar edi­ciones y ser el eje de un rumor que avanza sólidamente hablando de “uno de los mejo­res cuentistas argentinos”, no es casuali­dad. Aunque él crea que cada vez son más escasos los lectores —jura que si encuentra uno lo va a invitar con una copa— y que, en cambio, “los escribidores” crecen como hongos en verano.

Tan porteño como Gardel, vende libros en el barrio de Boedo para subsistir, aun­que no mucho porque su capacidad para vender es apenas una intención que naufra­ga entre la timidez y el silencio. Ese silencio que interrumpe apenas con escueta sínte­sis, casi siempre monosilábica, salvo que el interlocutor esté dispuesto a ovillar despaci­to, con calma y a degustar, en serio, su vida y recuerdos.

La ironía, el ingenio, el talento, el hu­mor, la ternura, a! fin, son como pequeñas ventanas con las bisagras rotas, que se abren y cierran en los momentos más ines­perados de la charla. Las palabras huecas, las frases hechas o los lugares comunes quedan para los que quieren hacer un “ne­gocio” de la literatura, o para los que quieren “inventar” un estilo. Después de Joyce, afirma, no hay nada que inventar. Sólo quedan dos cosas: la verdad del que escribe y la belleza para decirlo.

Isidoro Blaisten es uno de los escritores más químicamente puros que tenemos, y con la misma decisión que lo elegimos, re­comendamos su lectura. Si hasta hoy, co­mo confiesa, nunca ha subido a un avión, no tiene importancia. La altura de sus cre­aciones equivale a miles de horas de vuelo...



—¿Te das cuenta de queestás saliendo de un injusto semianoni- mato, y que la gente no sólo co: mienza a conocerte, sino también a querer saber más de vos?

—Mirá, que te conozcan o no te co­nozcan... Alguien dijo alguna vez: cuando empiezan a conocerte cambiate de nombre...Además yo nunca me preocupé, ni me importa, que me conozcan; nunca he buscado la promoción y el hecho de no tener compromisos, de no preocuparme por hacerme conocer, me permite de­cir lo que quiero. Yo hablé contra las presentaciones de libros; cuando me dieron el Premio Municipal —me pa­garon 200 mil pesos viejos por “El Mago”—, he dicho lo que he queri­do... Y ese es un precio, porque si me comportara como los nueve histé­ricos que recorren la noche porteña, entonces tendría que hacer un mon­tón de concesiones y yo no pienso hacerlas. Es mi único orgullo, y la única herencia que le puedo dejar a mi hija... Quiero ser químicamen­te puro, en cuanto a literatura...Y sí... la cosa viene, ahora, y está vi­niendo no sé por qué motivo... Y los que se acercan son jóvenes. Es cu­rioso, es gente hasta los treinta años... Como me dijo alguno: “vos saltaste de la secta a la tribu”... Fue Heber Cardozo, un oriental, excelente críti­co literario...

—¿Té conocen en Entre Ríos? El triunfo fue en Buenos Aires...

—Soy nacido en Concordia y figu­ro en la Guía de Entre Ríos —mi ma­yor orgullo— con esta frase: “los in­quietantes relatos de Isidoro Blaisten”; Es a raíz de mi quinto libro, “Dublín al Sur”, y bueno... se hizo una edición, se ha agotado, y todo eso ha hecho que se conozca un po­co más mi literatura... Como ves soy muy parco en las repuestas; en este país se habla por sinonimia y he nota­do que cuando uno a la gente le dice lo justo se te queda un poco descon­certada..., suponen que hay qué de­cirle: “¡desde el fondo intrínseco de mí mismo, de lo más profun­do!" Es como cuando prendés la ra­dio, viene la “sanata”, y la mayoría dice “¡qué fluidez!”

—Bueno... tengo que llenar varias páginas, pero la sanata no sir­ve... Así que, “desde el fondo Intrínseco de vos mismo” contes­tame con fluidez, pero de la otra...

—Con respecto a eso del “triun­fo”... también triunfó Pancho Ramí­rez, qué ató los caballos en la Plaza de Mayo... Pero volviendo a mi quin­to libro, es una antología de cuatro libros: “El Mago”, “La Salvación”, “La Felicidad” y mi primer libro de poemas “Sucedió en la Lluvia”, publicado en 1965, que ganó el Pre­mio del Fondo de las Artes.

—No me eludas. ¿No creés que triunfaste?

—¿El triunfo? Tengo que ser fran­co... ¡La verdad es que me pasé los 47 años de mi vida esperando que vos vinieras a hacerme este reportaje...!

—¡Profético! Mucho antes de que yo naciera...

—Y no sólo eso, tengo todas las respuestas preparadas por escrito; en­tonces, para qué voy a decir nada, si a lo mejor lo digo mal o no me acuer­do...

—Como demostración de hu­mor es buena... pero empiezo a sospechar que la timidez te impi­de hablar del éxito...

—Borges habla de un mismo rio que se repite muchas veces; yo pien­so que es cierto porque siempre digo las mismas cosas... Y claro, a veces las citas son importantes porque te ahorran un gran trabajo... Como en este país se sanatea tanto, se hacen las cosas como si...,y si las cosas es­tán bien dichas, para qué vos vas a in­ventar la pólvora; basta con acudir a alguien que hable mejor que uno, y lo repetís...Hay un poema de Kipling que dice “el éxito y el fra­caso, esos dos impostores”. A mí el éxito no me interesa. Si no, me hu­biera comportado de otra forma en la vida; lo que me; interesa es ser fiel a mí mismo, y eso exige un precio muy alto...

—¿El éxito, no se perdona?

—Es claro, porque somos un país de “masocas", deseamos que al otro le vaya mal; y cuando al otro le va mal, nos restregamos las manos, porque eso confirma que estamos muy bien en nuestra vocación de fra­caso...

—Estás muy pesimista...

—Cuando pienso en la juventud,, no. Pero no puedo hablar con gente de mi generación; me encuentro con un compañero de colegio y me dan ganas de suicidarme*, siempre le es­tá echando la culpa al país,lo que nosotrosle dejamos a otra genera­ción!... Pero, ¿qué le dejamos...? Na­da, no le dejamos nada. Yo pienso que envejecí sin crecer;entonces hay una parte adolescente e infantil, que creo que es laúnica que me res­cata... Pero vosfijate una cosa; si uno vuelve al barrio oal pueblo donde vi­vió, qué distinta es la mirada de un chico a la miradade un adulto: el chico ve todo grande y uno ve al barrio chico, las casas del pueblo son chi­quitas y el molino arrocero que te pa­recía unmonumento lo ves como una cosita...

—Alguien dijo alguna vez “nunca vuelvas a la aldea donde fuiste feliz...”

—Qué frase hermosa.-.. Mi vieja de­cía esto, que es bastante parecido:‘'donde te quieren ve poco,don­de no te quieren no vayas nada..." ¿No es genial?... También recuerdo que en mi familia siempre se sacralizaba o institucionalizaba a alguien, el abogado, el tío que era maravilloso, y que después lo ves en el colectivo paleándosepor diez centavos, o lo ves en Plaza Italia franeleándose una do­méstica, y la primera vez que a uno, de pibe le pasa eso, tiene un shock, porque uno creía lo que le ha­bíandicho...Después, de grande, tratás de disfrazarlo un poco, cuándo ya no te queda más remedio...

—Estábamos con que no se perdona el éxito...

—Ah, sí, es un pregunta bastante inteligente y peligrosa, por eso nos derivamos. El éxito es algo efíme­ro, momentáneo como “moscas nupciales" y las cosas que se ha­cen por el éxito, como dice el tan­go, “palo que te ya a durar*'... Además, ¿desde cuándo él éxito es si­nónimo de calidad? Fíjate que la publicidad tiene cierto poder de sínte­sis, como lo tiene el humorismo y la poesía, como lo dice una frase “es la inteligente exageración de la verdad”, pero si no tenés verdad no podés “ínteligentar” nada, ni exagerar nada...

—¿Cómo es tu historia, tu for­mación hasta llegar a la literatu ra?

—Vine de Entre Ríos muy chiquito, después volví, me casé una vez, allá, y en esa oportunidad tuve que bajar del tren del otro lado del andén, porque era como un porteño qué ve­nía a casarse con una entrerriana... todos los postigos se abrían a mi paso y todo él mundo miraba porque era un acontecimiento en esa época... Después nació mi hija. Antes viví en Almagro, hice todas las cosas que ha­cen los chicos y creo que todos los trabajos que se pueden hacer. No es una vida interesantela mía... Una vez, le dije al poeta Juan Ross que nunca me habíasubido a un avión y él merespondió: “mire, yo he subidoa cien aviones, casi he recorrido el mundo, y ningún viajele va a dar nada que usted no tenga den­tro..."Y yo veo que hay gente que viaja y a un tipo quellega aEzeizadeRoma lo primero que le preguntan es ¿qué trajiste?, no ¿qué viste? Como verás, no me gusta hablar de mí...

—¿Y tu llegada a la literatura?

—Toda la vida quise ser pintor y terminé siendo escritor... De vez en cuando algún cuadrito pinto... La pri­mera manifestación del hombre es la pintura, la menos impuesta; los teóri­cos dicen que el lenguaje es una cosa impuesta, pero fíjate en el tipo que pintó el bisonte de Altamira... Siempre me conmovió eso... ese ti­popintando esos bisontes, sin turbo, sin ventilador, agachado, y era chiquitito...Además, el pibe el lenguaje necesita aprenderlo; el dibu­jo es espontáneo... Y bueno, yo em­pecé haciendo poemas, y después se­guí haciendo los cuentos, no obstante alguna vez hago poesía... No se la leo a nadie, no hincho, pero sigo consi­derando a la poesía como la quinta esencia de la literatura, y al humor co­mo la verdadera aristocracia del alma. Cortázar decía: “la sintaxis es un esta­do del alma”, y es cierto; para mí hay una especie de categoría y rige todas las cosas: es la poesía. Cuando uno ve a una mujer hermosa dice “es un poema, no dice es un entre­més, es un cemento patinado, una comedia breve o una técnica mixta; dice es un poema"y para mí es el mínimo común múltiplo y el máximo común denominador de to­das las cosas. De todos los seres hu­manos, prestigio al poeta... No espe­rabas que te contestara esto...

—Un poco sí, no lo tenía bien claro, pero no es casual que tu primer libro fuese de poesía. ¿Y por qué no has publicado más poesía?                       

—Yo sigo haciendo poesía, no publico porque respeto mucho a la poesía, mucho a la gente, y si hay otros que lo hacen mejor que yo... Además, hay otra cosa; todo lo que estoy diciendo es mentira: la po­esía conduce a la locura, y a mí me da mucho miedo la poesía, porque tomada en serio, como manera de vivir, es un estado pe­ligroso y latente del ser humano. Hablo de la verdadera poesía. Y por cobardía me dediqué al cuento, que me compromete menos y al que controlo un poco más; como yo puedo ser un tipo tremendamente de­saforado, puedo hacer cualquier cosa... La poesía es proclive para to­do eso, entonces tengo que contener­me... El cuento te contiene porque es un género de maniáticos y relojeros, una cosa, que te obliga a límites. Y la poesía no, aún cuando como dijo un amigo mío, chileno, sexólogo: “la poesía es fácil, toda chiquita y pa’ abajo”...

—¿Así de fácil?

—Hay gente que hace un libro de poesía en dos o dieciocho horas... Una vez vino una chica y me preguntó “¿có­mo se hace para publicar?”. Le pre­gunté la edad, 18 años, y cuántos po­emas tenía. “72” me dijo. ¿Tardaste mucho en hacerlos? —“En el fin de semana...” Si yo en mi vida he junta­do catorce poemas es mucho... Es increíble... Pero qué querés, en un país donde hay un estafador que te dice “'devolveremos hasta el úl­timo céntimo", y te llena la cancha de River con todos los acreedores... Donde a una calle que se llama Pampa, le cambian el nombre y le ponen La Pampa..., es joda... todo es joda...

—Menos el humor...

—Es que alguien ya lo ha dicho, el humor es cosa seria... Además, los mejores humoristas que he cono­cido son tipos muy serios, muy trágicos...¿Viste cómo dice el tan­go: “risas y llantos muy juntos van...”? Yo tengo toda una teoría sobre el humor: el humorismo es la penúltima etapa de la desespera­ción; un tipo hace humor porque si no se mata...Cuando la vida te constriñe tanto, cuando asistís al en­cadenamiento sucesivo de la estupi­dez humana, y lo tomás seriamente, entonces hacés humor...

—¿Cómo empezaste a publi­car?

—Yo era socio de Mario Jorge De lellis, un gran poeta popular con mucho sentido del humor y del rigor y a quien le pasaban cosas muy extra­ñas porque concitaban a la magia; te­níamos una oficina de fotocopias en la calle Florida en la cual nunca en­tendíamos lo que hacíamos... Una vez compramos un mimeógrafo que no sabíamos usar y un señor nos ha­bía encargado un trabajo de 200 cir­culares, en una hoja timbrada, en pa­pel de hilo. Lo arruinamos todo y no conseguimos hacer una sola copla. Cada vez le pedíamos más y la man­dábamos a Nira Etchenique para que le dijera “Las primeras 20 salieron mal” y así varias veces, hasta que Nira se declaró en rebeldía y no fue más... Ese tipo no nos saludó por cin­co años. Después aprendimos... Ma­rio dirigía una revista que se llamaba “Ventana de Buenos Aires”, una her­mosa revista literaria que publicó ca­torce números, y ahí convergían jóve­nes poetas, no tan jóvenes poetas, se­ñoras maduras a punto de suicidarse con su poema en la mano... Recuer­do que Mario las recibía, las es­cuchaba con cara de serlo, leía los poemas que eran espantosos, y les decía“tiene cosas..." Nun­ca especificó qué cosas... No obs­tante yo, pese a tener todas las posibi­lidades, sólo publiqué un poema, con el seudónimo de Lisandro Moreno, y sólo publiqué uno porque había otro respeto por la poesía. Bueno... ya pa­rezco hablando de cuando Corrientes era angosta... Ese fue el inicio, des­pués mi amigo Mario me Insistió para que publicase “Sucedió en la Lluvia”, e hizo una especie de prólogo solapa. Después viene “La Felicidad”, cuatro años más tarde y luego “La Salva­ción” y “El Mago” que es un libro de cuentos muy cortos pretendidamente humorístico; tiene cuentos muy idiotas, otros que los rescataría, pero le perdonaría la vida en un 33 por cien­to. Lo voy a rehacer, y se va a llamar “El Mago 2”. Dejaré los textos me­nos idiotas y otros nuevos que estoy haciendo...

—¿Qué le pasa a un escritor cuando tiene en sus manos toda la obra hecha y la relee años des­pués... Estás conforme?

—Te puede pasar una cosa tre­menda, cómo volver a una mujer que vos amaste y la ves convertida en una vieja... Por eso los griegos, que eran sabios, hacían morir Jóvenes a los hé­roes... Recién ahora estoy leyendo “Dublín al sur”, porque me daba mucha angustia, y había cosas que me hacían reír mucho y decía qué bien que escribe este tipo..."Así que, ya ves, te pueden pasar esas dos cosas...

—¿La crítica literaria te ayudó?

—Me han dicho de todo, desde que era un chistoso de barrio, ¡yo que he leído a Proust y a Joyce!, a mí, tan luego, como diría Borges, hasta compararme con Cortázar y Borges... Pero como dije en una re­vista, los críticos literarios son co­mo los eunucos: lo saben todo, pero no pueden...

—Entre tus historias simbólicas y realistas, de un singular len­guaje flexible, fluido, también incluís el humor...

—Lo que acabás de decir es muy importante. Hablás de un lenguaje fle­xible y bien usado, como si fuera una excepción...

—Es que creo que es una ex­cepción...

—Sí, de acuerdo, pero fijate que eso debería ser la regla. Lo menos que se le puede pedir a un escri­tor es que escriba bien;vos podes pintar y no ser Picasso, podés cono­cer las proporciones, que una cabezatiene que estar siete veces contenida en el cuerpo, u ocho si sos el Greco, pero de ahí, a que hagas la gran pin­tura es otra cosa... Lo que aquí se confunde, si hay un libro bien escrito, correctamente escrito, grandes loas ¿y por qué?... Todas las generaciones norteamericanas escriben bien, y son muchísimos, porque ahí están escri­biendo para cien millones de perso­nas; nosotros descubrimos la lite­ratura experimental, cuando ya Joyce, en el “Ulises”, fijó todas las técnicas literarias... Acá, si un tipo, ahora, usa esas técnicas, más o menos correctamente, en­tonemos loas...Yo, dentro de mi fa­tuidad, persigo otra cosa con la litera­tura. Podría pretender ser un clásico, ¿y qué es un clásico? Un tipo que va a permanecer siempre a pesar del éxi­to o del fracaso...

—Por eso dije que era una ex­cepción...

—Sí, lo entendí... Como también hay que entender que esto es un ofi­cio, como el de un obrero... Cuando un albañil te hace una pared linda y parejita se pone contento... Pero, ade­más, fijate cómo las etiquetas tran­quilizan; si vos decís este tipo está en el realismo mágico, ya está ubicado...

—¿Te molesta cualquier inten­to de encuadrarte o definirte?

. —Sí, me jode bastante, porque creo que las cosas no son tan así... Cada vez voy creyendo menos en la lógica y el sentido común. La lógica y el sentido común nos habían indicado que forzosamente Cárter tenía que ganar las elecciones, sin embargo las gana Reagan... Quiere decir que yo ya empiezo a desconfiar de todos es­tos sistemas, se me hace que no es tan así la cosa... Poner una etiqueta a un hombre, un país, una forma literaria, tranquiliza, porque te sa­ca de la ambigüedad y de un terreno un poco pantanoso, ya no hay que arreglarse por uno mis­mo... Creo que ya está todo dicho.

—¿En vos el sentido del humor es uña defensa?

—Todo sentido del humor es una defensa.Esa es mi teoría. En una conferencia que di sobre “Aburrimiento y literatura” dije esto: hay distintos sentidos del humor, que se entronca con la poesía, que hay gente que no tiene sentido del humor y que hay gente que no tiene sentido y también dije que una de las cosas que me había resultado más graciosa la vi en una revista española, nada menos que española, una cosa que decía así: “los enanos tienen un sexto sentido para conocerse entre sí",y esto a mí me causa mucha gracia... Pienso que el sentido de! humor nos rescata y si vos tenés el sentimiento trágico de la vida, del que hablaba Unamuno, si querés de­jar algo, ante el mundo como está, tu defensa es el sentido del humor... Mi amigo Boris decía que una trage­dia que dura más de cinco actos se convierte en comedia, porque si a un tipo le pasan todas, es pobre, negro, judío, comunista y puso su guita en el BIR, bueno, le pasan todas... Ese personaje tan trágico se convierte en algo ri­sible, porque la gente no lo tolera. Un gran escritor que para mí carece de sentido del humor es O’Neill. To­do es tragedia. Para mí, el sentido del humor es inherente a la escritura y a la literatura, pienso que todos los gran­des escritores tienen sentido del hu­mor y si pasás revista lo verás... Claro que también importa saber quién es el que está leyendo...Estába­mos hablando con Jobson, buen hu­morista, sobre Shakespeare, de la parte que matan a Ricardo III; a la tipa le matan al marido y ella lo insulta, pero, élle hace todo el verso, se man­da una sanata tremenda y se lleva a la mina ¡y acaba de matar al marido!... Mirá si ahí no hay sentido del humor; un poco negro, pero humor al fin...

¿Y entre nosotros?

—Podemos ver cómo pasa el hu­mor por nuestra literatura, con Bor­ges y Bioy Casares, juntos en Bustos Domecq, que tienen historias desopi­lantes y son antecesores de Cortázar; a mí me achacan analogías con Cortá- zar, pero, por ejemplo, “Historia de Cronopios y de Famas” tiene una gran influencia de Borges y Bioy Ca­sares; Marechal, en el “Adán Buenosayres”, cuando termina, hace una cita de lugares comunes y de frases co­mo “más serio que perro en bote”, “solemne como pedo de inglés”. ¿Se puede decir o hay que decir flato...? Porque en mitierra se dice así, “al pedo llora la madre cuando el hijo es calavera”, ¿pero te imaginás “al flato llora la madre cuando el hijo es calavera..?

—¿Te complementás como escritor y librero?

—No, no me complemento, creo que me desintegro... La librería es una entelequia, no se gana un peso. San Juan y Boedo (que allí queda) es un barrio -que yo amo... Yo soy la aberración de la raza, muchos creen que tengo mucho dinero y que me disfrazo de pobre, pero no tengo un mango, tengo problemas con el dinero, huye de mí...¿Viste ese poema de Pedro Sa­linas que dice “La voz a ti debida”? Yo podría escribir “la guita a ti debi­da”; toda guita que gano está de­bida,siempre hay manos que me la cobran...

¿Vendés bien?

—Como me dijo una señora una vez, “¿termina bien el libro?" y yo le respondí “más o menos..." Era Jesús de Nazareth...Vienen muchos amigos, San Juan y Boedo es el centro del mundo, pero cada vez es un declive mayor hacia la falta de guita, y eso que soy un vendedor amoroso...

—¿Y no aprovechás para colo­car tus libros a algún despistado?

—No. Pero una señora me pre­guntó “¿qué libro tiene para regalar?” y como yo siempre tengo dos o tres libros de los amigos, por­que las editoriales no me dan más créditos, le dije “mire señora, si Ud. no lo toma a mal le puedo recomen­dar un libro mío”... Lo miró, vio las críticas de Martha Lynch, de César Magrini... y dijo “Ah, qué bien”. Pe­ro como me sentía medio culposo, le dije “haga una cosa, llévelo, léalo, si le gusta, después viene y me lo paga”... Volvió al día siguiente y me dice "Mi­re, ¿no se enoja..? Perdóneme, sabe, lo que pasa es qué es para regalar, si fuera para mí, todavía..."

—¿Cómo definirías a la literatu­ra?

—Como la definió el Reverendo Padre Marcos Pizzarielo en su audi­ción “Tres minutos para usted”: “la fiera ruge y el ángel canta..." y para mí la literatura es eso; un lu­gar desolado donde la fiera ruge y el ángel canta. Si la fiera no ruge, el ángel no canta.

—No te gusta etiquetarte. No sos populista, ni elitista, ¿pero có­mo te definís?

—Ahí está. Vamos a ver la gran li­teratura ¿Qué fue Cervantes? Un mersón, despreciado por todo el mundo. Cuando murió cuatro o cinco curitas acompañaron el ca­dáver,y todavía no se sabe dónde es­tá sepultado, apenas figura, está bajo una lápida imprecisa de un convento... ¿Qué hizo Cervantes? Contar lo que él había vivido; ¿Qué hizo Shakespeare?, ¿qué hizo Home­ro?... No fueron a ningún taller li­terario, por supuesto...

—¿Y vos?

—No fui a ningún taller literario, por supuesto...

—Lo de no populista y no elitis­ta sigue pendiente...

—Pienso que la literatura pasa por la vida, fundamentalmente... Porque ¿qué pasa con el intelectual? ¿A qué le teme?... A la vida. Enton­ces se refugia, hasta si la mujer es muy fea, se refugia en la literatu­ra... o la crítica literaria...La litera­tura es siempre la sublimación de un problema, eso es evidente, uno escribe por carencias, no escribe per abundancia...Y yo pretendo ser, para los populistas, elitista, y para los elitistas, populista. Hay un tremen­do caso que no es el mío, es el caso de Marechal, era un hombre de una profunda cultura, conocía todos los clásicos, en todas las lenguas, era un hombre erudito como Joyce, como Milosz, no el que le dieron el Premio Nobel el año pasado, otro Milosz, un poeta lituano que escribía en francés, al que yo conocí, hijo de un conde li­tuano y la lavandera... Escribía cosas como ésta: “la soledad mecía mí corazón como una loca mece a su hijo muerto” ¿Por qué no le dieron el Premio Nobel a él?... Marechal era un hombre peronista, peronis­ta de corazón, y no le perdonan, a diez años de su muerte, que haya sido todo eso y además haya sabi­do que en la literatura hay una so­la forma y es llegar al corazón de la gente, no al intelecto...Y la gen­te eso lo percibe y lo percibe, a través de los siglos...

—¿Eso es lo que vos pretendés?

—Claro... Hay varios niveles de lectura, dicen los teóricos; si vos vas a ver una película de Chaplin y también la ve un mersón del barrio, van a to­mar dos cosas distintas... A mí me pa­só con “El Mago”, la gente lee cier­tas cosas y se ríe, y yo tengo ganas de decirle “¿de que carajo se ríe?” Si es el cuento de la hiena ésto...

—¿Has tenido repercusión, fa­vorable o desfavorable, de tu obra?

—Es una pregunta difícil.. Te voy a explicar por qué. Pienso que toda la crítica literaria pasa por la his­toria personal de quien la hace. Una chica, Graciela Mantignan, está haciendo una especie de estudio sobre mi obra, y hay un cuento que se llama “Violín de fango”, que es el que a mí más me gusta. Y esta chica, que está en “la pesada” de la palabra, con Barthes y “tutti”, ve “Los Gran­des Valores del tango”, es criada del Abasto, me eligió a mí... Y es impre­sionante las cosas, las conclusiones y los entrecruzamientosque ella saca. Yo me la quedo mirando, como di­ría Delellis “como una flor que fal­ta en la solapa...” Jamás me hu­biera imaginado todo eso... Por más inteligente que sea un crítico, por más conocimientos que tenga, siempre, en última instancia, toda la crítica pa­sará por su historia personal... Por eso Barthes, que escribía maravillosa­mente bien, uno lo lee y al final se pregunta pero, ¿qué me vendió este tipo...? Nada, aire, pero está tan bien dicho, tan bien escrito, que uno queda maravillado. En última instan­cia, lo que importa es la decantación del tiempo; también pasa por esto el best-seller; son cosas transitorias, que obedecen a determinado momento de la moda o a determinado momen­to sociológico, y hace que de pronto sea un “boom” y acá se entrocaría esto con lo que me preguntás sobre el éxito: y ¿después qué? Más vale que se siga vendiendo La Biblia poco a poco, que es el más gran­de de los best-sellers...Yo había escrito algo sobre eso... Decía “Si el alma está en orsai, ché Salomón”. Fi­jate qué caso maravilloso... Salomón tenía 900 concubinas y 600 mujeres El tipo está en la terraza, tomando fresquito, y de pronto ve a la Zulami: ta. Entonces dice “esa mujer quiero”. Tenía 900 concubinas y 600 muje­res, pero no, quería a ésa. Entonces hace HamaF a la Zulamita, ella no le da pelota, porque está enamorada del pastor, y Salomón lo manda al frente. Después se acuerda de lo que hizo el . rey David con Betsabé, y se dice “¿Pero qué estoy haciendo? Soy un degenerado yo. Está bien; Zulamita, andá”. Y se queda triste para toda la vida, y ahí inventa el sentido del humor, cuando dice que hay un tiempo para todo, tiempo para reír y tiempo para llorar. Como di­ría Manzi “si el alma está en Orsai, ché bandoneón”, "si el alma está en orsai, ché Salomón”. Es un Rey de Reyes con el alma en orsai.Por eso es un gran poeta, por eso puede escribir “Oh, Zulamita, ungüento derramado es tu nombre”, én el “Cantar de jos Cantares”. Pero para eso, hay que ser un Rey de Reyes y escribir el “Cantar de los Cantares” y no el “Castillo de la judía” de Guy de Cars...

—¿Quiénes te han demolido?

—Bueno, Jaime Potenze... Y llega ei momento de la venganza, te cuen­to. Yo había escrito “El Mago” y hay en “El Mago” un poema que se lla­ma “Balada de un boludo”. Es un poema que prendió mucho en la Ju­ventud. Este poema lo hizo María Va* ner con Gianfranco Pngliaro en Villa Gssseli. Tuvo mucho éxito» cerraba el espectáculo; después Gianfranco Pagliaro lo llvó a Venezuela y cu­riosamente en Venezuela impactó muchísimo y hubo unes chicos que lo hicieron a mimeógrafo vendían a 50 centavos y con eso se costearon una revista literarla. Entonces, la dedi­catoria del libro decía: “A Ana, los ojos de la balada”. En la Gaceta de Tucumán, Jaime Potenze me compa­ró con Kishon, un humorista judío que a mí no me hace ninguna gracia, y decía que solamente un profesiona­lismo periodístico le impedía cerrar el libro. Alberto Salas impidió que me dieran el premio del Fondo de las Ar­tes por un libro que se llamaba “La isla en la calle”, que contenía la bala­da, porque si alguien premiaba el libro con ese poema, él renunciaba a la presidencia del jurado. Pero yo no les guardo rencor...

—¿Creés que hay una edad para que el escritor madure?

—Scott Fitzgerald decía que lo que el hombre no consiga hasta los treinta años, no lo consigue jamás. Ponele que se inventó la penicilina y que podés llegar a los 45 añitos, ¿qué quiso decir con esto? Que lo que es la sublime niñez, la sublime adoles­cencia, ese ideal, esa cosa metafí­sica que el joven tiene, si no la mantiene, llega al fracaso. Así co­mo dicen los mersones, “siempre se tienen 20 años en un lugar del cora­zón”, yo pienso que la juventud no concuerda cronológicamente con la edad. Picasso tenía 90 años y era un pibe y yo conozco gente que tiene 22 años y ya le veo el porvenir... Heredarán la fábrica de bombachas del padre, heredarán la guita, coquetearán con la izquierda, irán a un taller li­terario y después sentarán cabe­za...

—¿Vos no fuiste a un taller lite­rario; ni sentaste cabeza, pero te fue difícil desarrollarte como escritor?

—Fundamentalmente, mirá, yo ten­go un poco el pensamiento mágico. Pienso que la literatura se hace a pe­sar de uno. En mi familia siempre pensaron que lo que yo hacía era una locura... Me casé con una mujer que me decía “esos papelitos que vos escribís” y me tiraba las hojas al suelo...Un día estaba durmiendo, de pronto me despierto, por un extra­ño ruido, y era ella que estaba leyendo las cosas que yo escribía. Pero igual seguía: "por qué no le comprás zapatitos a la nena”, “sos un degenerado, vos y tus amigotes", "todas las mujeres que te llaman son putas...".Y yo le decía, “No, escúchame, todas no, algunas sí” Todo ese tipo de cosas, ¿no? Es curioso, la mujer busca el Mercedes Benz y el po­eta. Cuando tiene el poeta, le amarga la vida, porque no le da un Mercedes Benz, y cuando tiene el Mercedes Benz, añora al poeta.Ojo, que yo pienso que el hombre solo no vale nada, amo pro­fundamente a la mujer y amo profun­damente a las mujeres. Un tipo en el siglo sexto, “el hombre es la medida del hombre y el hombre es la medida de todas las cosas.” Yo pienso que la medida del hombre es la mu­jer. Bueno, el hombre tiene que asu­mir un papel de humildad y atrás de todo gran creador, siempre hay una mujer. Pero también tengo ciertas rachas de vida fuleras...

—¿Vos creés que la literatura populista del 70 cedió paso a otra literatura superficial y evasiva?

—Pezoni decía, “el populismo es como una convención literaria” y Pe- zoni era un tipo muy inteligente... Y en cierta forma, sí, cedió paso. Si juz­gamos el momento actual, hay una cosa muy curiosa. Los tres best sellers de este momento, salvo el del Turco Asís, son mujeres, con lo cual habría que parar la mano a las feministas. Te dejo a vos que saqués las conclu­siones...

—¿La literatura actual argenti­na, tiene o no pocos puntos de contacto con la realidad?

—Yo creo que tiene puntos de con­tacto. Pienso que la gente está bus­cando en este momento un contacto con la realidad, a través de la literatu­ra. Entonces pueden suceder cosas muy curiosas, como ser que las sociología y el periodismo invadan lo que es la literatura. La literatu­ra es sinceridad y belleza, con la sinceridad sola no hacés nada...

—¿No será, precisamente, que la invasión se produce por omi­sión de la literatura?

—Es muy interesante lo que vos de­cís, y muy complicado responderte. Entra en un aspecto más sociológico que literario. Pero habría que preguntarse qué busca el lector en la literatu­ra; si a vos te cuentan una historia que toca tu historia, vos te podés sentir identificada; ahora, el hecho está en que la toque literariamente o no. ¿Qué sucede con la telenovela o con el teleteatro? El ser humanosiempretiene un aspecto poético, me refiero a un aspecto artístico, o alo que vos quieras; el tipo que saca fotos de la nena y te las muestra, aunque sean horribles... Todos escriben, ¿pero nadie lee?... Yo siempre digo que cuan­do me encuentre con un lector lo convidaré con una copa...No hay un solo tipo que no me saque los pa- pelitos: “yo también escribo”... To­do el mundo quiere pintar su bi­sonte de Altamira y eso me pare­ce maravilloso. Ahora, ¿todo el mundo tiene que publicar su bi­sonte de Altamira?...

—¿Tienen todavía vigencia las corrientes literarias de Boedo y Florida?

—Bueno, Borges inventó una hu­morada y las llamaba “floredo”; no, Borges no, Méndez Calzada fue. Pero pienso que la cuestión es eterna, hay literatura o no hay literatura. No hay literatura populista, ni eli­tista, nadie puede definirlas... Quiénes mejor que dos escrito­res, que no se pueden tachar de populistas, como Borges y Bioy Casares, que se juntan inventan­do Bustos Domecq y escriben con un desparpajó, una frescura, un populismo entre comillas, que ya se lo quisieran para sí, más de cuatro o cinco tipos que se dicen de izquierda. Además, cuando todas las puertas están cerradas... como dijo Manzi, nace la literatu­ra; entonces qué importa que el que escriba se llame Homero Manzi o Marcel Proust. Está el caso de Marechal, que al mismo tiempo que te pone “solemne como pedo de inglés” también dice “con el núme­ro dos nace la pena...”Es un gran poeta, no importaque escriba de su barrio o que escriba del Parna­so,y hasta que no entendamos esto nos vamos a seguir debatiendo en un fangal...             

—Jorge Asís, que va a llevar su último libro al cine, decía que no comprendía cómo tus cuentos no seguían igual camino. ¿A vos te interesaría?

—Una vez se hizo uno, “La Salva­ción”, en cine de aficionados. Y sí, me gustaría, sería un hecho curioso y tal como me lo sugirió alguien, podría ser mi cuento “Violín de Fango’, que es el que a mí más me gusta, y que da paso al otro libro que se llama “Cerrado por melancolía”.

—¿Qué es la SADE, para qué sirve?     

—Los Sádicos...La SADE es una institución inoperante... La Unesco dice que para ser escritor tenés que publicar un libro, cumpliendo con de­terminadas normas, determinado nú­mero de ejemplares y determinadas páginas. El problema es el siguiente: te dan un plomazo de 500 páginas y no podés decir si es malo o si es bueno... Pero si á vos te muestran un cuadro, con verlo solamente podés decir si te gusta o no; es decir que la literatura tiene el engrupe que no tiene la pintura, no es rápida, no es vi­sual. Si a vos te dan toda la obra de Picasso para ver, probablemente en diez días la veas toda, y no leés “En busca del tiempo perdido” de Proust, en diez días...

—Retomemos* ¿ayuda la SADE en algo?

—Vamos a ver, porque en estos días tengo que ir al dentista y quiero ver si tiene servicios so­ciales...

—Hablame de los concursos li­terarios...

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