LA HOGUERA DONDE ARDE UNA MUJER QUE UNA VEZ AMÓ

(Reescritura del poema "La hoguera donde arde una" de J. Cortázar)
Fue el primero en acusarme de aquellas terribles historias
que en el pueblo se contaban,de mujeres solas y ambrientas como lobas.
Sin prubas, y quizás doliéndole pero había los que, ya se sabe,
se dedican a llenarle la cabeza a los que la vida les regala algún don que a ellos les niega.
Ya se sabe, en un pueblo perdido entre la nada el tiempo pesa inmóvil y sólo cada vez que alguien nace o muere se sacude el polvo que inevitablemente volverá a atraparlos.
Gentes que viven de telarañas, de lentas intrigas que se cuecen y se maceran en lo más profundo de sus días.
Acaso tienen corazón pero cuando hablan es como si escupieran el veneno de cien serpientes juntas capaces de matar en un instante al más brioso animal.
¿De qué podía acusarme si solamente habíamos conversado una vez, una sola vez?
cuando coincidimos en el campo, el día aquel en que fui a recoger menta freca aún acunada en el regazo de la primavera temprana y él bajaba junto con sus cabras, corrido por el deshielo de las cumbres, en busca, como yo, de hierba tierna
imposible que el mero despecho después de aquella insinuación lo enajenara de tal forma.
(tal vez la luna llena, la noche en que me llevó hasta el pastizal...)
Morder en el amor no es tan extraño cuando se ha entregado el cuerpo, la mente, el alma entera.
Yo había gemido, si, y en algún momento pude haberlo mordido. No lo sé.
Después no hablamos de eso, él parecía orgulloso de aquella marca cárdena que brillaba sobre su piel.
Siempre parecen orgullosos si gemimos pero entonces, qué memoria diferente tendrá el odio que sigue al amor más puro?
Porque en esas noches nos queríamos más que si hubiéramos firmado los papeles que se exigen.
Tanto o más, qué sé yo.
Bajo la luna, en las arenas, enredados y oliendo a sal, con la noche por testigo y con todas las estrellas sólo para nosotros. Felices, si!
Como suspendidos en el tiempo
(Lo habré mordido, si. Morder en el amor no es tan difícil después de todo...)
¿Por qué si abrazados sosteníamos el mundo contra todo el dolor que encierra?
¿Por qué si uno junto al otro estábamos siempre a salvo ahora no podíamos abrazarnos y dejar que nos brotaran alas?
¿Por qué se tambaleaba, por qué su cuerpo se vencía como si una enorme fuerza oculta lo fuera llevando lejos?
Cada vez más lejos
-estás enfermo?
Tiéndete al abrigo, deja que te abrace como antes, que mis brazos te amparen, que mi aliento sea el tuyo, deja que la luz del sol nos envuelva una vez más.
Pero vino otra luna y nos tocamos y comprendí que ya nada podría llevarnos de vuelta a la ternura, cuando abrazados sosteníamos el mundo contra.
Ahora ya sé que cuando llegue la mañana en que me atarán al madero, rodeada de leños secos, con el cuerpo entumecido por el frío, con el alma desolada por su abandono le faltará valor para acercar la antorcha a los leños que él mismo habrá dispuesto.
Lo hará otro por él, mientras desde su casa, cubierto de sudor, temblando, con la respiración entrecortada y casi desfallecido se acercará a la ventana entornada que da sobre la plaza donde seré arrasada por las llamas que devorarán mi vestido, mi cuerpo, mis cabellos que alguna vez fueron suyos, que siguen siendo suyos a pesar de su desprecio.
Miraré hasta el final esa ventana mientras otro fuego se apoderará de mi, tal vez purificándome.
Y yo lo morderé hasta el fin, morder en el amor no es tan cruel como parece.
Lo morderé tal como la muerte me morderá a mí en este juego sin sentido hecho a la medida de los que nunca supieron ni sabrán morder en el amor.