EL RENEGADO LUGAR DE LA POESÍA, POR JOSÉ VILLA

 

El libro comienza de una manera provocadora, absoluta; dice: «Toda estética / está contenida / en el cuerpo de la mujer» (Anónimo). Esta inscripción es como una voz que te toma desprevenido. Se trata del cuerpo, un relieve donde se dirime lo que es y lo que no es, en todos los casos. Superada esta apertura vertiginosa se inicia la primera serie: «Otoño». Un nombre clásico para un libro de poemas. Dentro de este orden está comprendido «Miniaturas», una serie con incisiones que alternan fundamentalmente hechos y pensamientos. En alguna de estas incisiones vuelve a latir el acápite del libro: «El amor verdadero / es como la pasión: / letal». Pasión y amor se encuentran unidos y escindidos por la comparación; son lo mismo porque son letales. Iguales, distintos. Andando en este camino de reflexiones sobre la poesía, la música, el erotismo, otro fraseo dice: «Creo que creo en lo que creo / que no creo. Y creo que dudo / que crea en lo que creo«. Un nuevo experimento que consiste en socavar el terreno del lenguaje y, principalmente, un impulso por dividir las cosas y desenmascararlas. Al parecer, diría, todo es mentira, poco es amor, y eso tal vez sea necesario.

La segunda parte de esta serie («Miniaturas») apunta directamente sobre tal resequedad del lenguaje. Se trata de un poema de estructura anafórica que en cada enunciado señala: «No te olvides de…». Pero el poema en su última frase cambia y dice: «Acordate…»: “Y acordate siempre de la belleza, / que es una energía tan poderosa, / como el agua, como el río, como el mar«. Si bien ambas son órdenes que en el poema remiten a lo mismo, están dichas con cargas diferentes, por eso se separan y forman una diferencia. Hay una ligera variación dentro de la repetición. El sentido machacante se aplaca y se divide.

Es recurrente el uso que hace Marcelo Leites de estas relaciones iguales, casi circulares o tautológicas. Agrego otra: «porque la espera es tan inútil como la esperanza«. En el poema «V» de esta serie se relata una caída en sueños, hacia el abismo, y cuando el durmiente se despierta ha caído «hacia arriba«. Es decir, hay un momento en que el abismo se abre, pero también un orden recuperado, una sutura que impide la caída. Entiendo que en el sueño y en la vigilia se cae, en caídas opuestas. En conclusión, debo decir: estos poemas tienen como un sentimiento partitivo y en ello repetitivo.

La lectura de estos opuestos y parecidos o iguales me persigue en forma alucinatoria a lo largo de los poemas. Pero hay otras cosas: un tono lento, no melancólico en particular, pero melancólico por la acumulación de los significados. Es el caso del poema en que el personaje (una mujer) ha decidido renunciar a las pasiones solo por comprar su tranquilidad: «Dice que no cree en el amor, / que el amor es un lujo / para los que no tienen que pensar / en la subsistencia«. Puede decirse que estos versos forman el núcleo del poema que se va desplegando, y que su efecto es el de un estado melancólico. El efecto de ciertas posibilidades está en los límites; digamos: en lo que las personas pueden asumir y comprender. Me detengo en los límites que marcan los poemas, los límites sobre los que el poeta medita (porque en estos poemas habla el poeta desde el renegado lugar de la poesía), los que inventa por querer descubrir, por sospechar que hay algo ahí en lo no visible y los que establece por convicción (aquellos que refiere como conflicto excluyente entre escritura y vida). Eso explica, si se quiere, la dedicada horadación del lenguaje, la pregunta sobre el sentido de escribir y la ocupación en acceder a la totalidad de las respuestas.

También están las formas anafóricas de Leónidas Lamborghini, a las que Leites recurre: «como el que». Este procedimiento inicia una especie de comparación abismal, a la que le falta un término; ese término a la vez está como fantasma. Creo que lo dice bien clarito en el poema «Cascadita dri»: Se trata de mirar el fondo./ No sólo las partículas de arena / que conforman el lecho / sino también el abismo / donde se sumerge el yo«. Esta condición aparece en algunos casos con un asomo de reconciliación con las cosas. Pero me quedo (le doy mi atención, me divido) con el poeta que se aleja, que se queda adentro, o afuera, como en este poema:

 

X

 

Las luces se van apagando.

El bar se va vaciando de gente.

Las mujeres con vistosos vestidos

de noche, hacen tintinear sus alhajas

y terminan de contonear sus cuerpos

agitados por el baile.

Después se van yendo

una a una.

También los hombres se van.

Y los mozos.

Al fin, no queda nadie.

Tomás el último trago en la barra

con el dueño del bar.

Beben sin hablar.

Y sin mirarse.

Afuera la noche es oscura,

sin estrellas

y el sol parece muy lejano.

 

No estamos hechos para mirar

esa luz de frente.

 

 

Más poemas

 

Cascadita dri

 

Brillan las piedritas en el fondo

del arroyo.

Se trata de mirar el fondo.

No sólo las partículas de arena

que conforman el lecho

sino también el abismo

donde se sumerge el yo.

Escucho el sonido de los pájaros

parados en los árboles del monte

y el paraíso —si es que existe—

tiene esta forma:

el agua que cae en cascada

desde la greda amarilla.

 

 

Adentro y afuera

 

Afuera: los pájaros, el río, la tierra

adentro: los huesos, los restos

afuera: el día, la noche

adentro: la niebla

afuera: la mirada del otro

adentro: los pulsos del corazón

afuera: la música

adentro: el silencio

afuera: los poemas

adentro: un ritmo repetitivo

afuera: la palabra nítido

adentro: la palabra sombra

afuera: el movimiento

adentro: la quietud

afuera: los astros

adentro: los ojos las manos los oídos la nariz la lengua

afuera: las huellas del camino

adentro: las piernas, las manos

afuera: vos

 

 

Dice

 

Dice que no cree en el amor,

que el amor es un lujo

para los que no tienen que pensar

en la subsistencia.

Dice que el amor no te da de comer,

que es una frivolidad,

un juego perdido

que siempre la dejó sin nada.

Dice que nunca amó a nadie;

que no sabe lo que es el amor.

Dice que vivimos en un mundo

que te consume hasta los huesos.

Dice que la presionan,

que no entiende por qué puede

ser interesante para un hombre.

Dice que el sexo ya no le importa,

que nadie la apoya y está sola;

que así puede pensar

y estar más ordenada.

Dice que no habla

porque si habla no trabaja.

Dice que no necesita nada más

que las plantas para vivir,

que las plantas son buenas,

pero ella es una hiedra.

Dice que los hombres

sólo piensan en sí mismos

y en aprovecharse de su estado;

que está orgullosa de ser mujer

y no depender de nadie.

Dice que está vieja

y sólo va a vivir hasta los 50.

 

Adentro y afuera.

Marcelo Leites.

Buenos Aires, Barnacle, 2019.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reseña tomada de: http://www.opcitpoesia.com/?cat=8&paged=4