LA POESÍA ES LA VOZ MÁS AUTÉNTICA PARA REFLEJAR A UN PUEBLO, POR MANUEL TRONCOSO
La poesía entrerriana es un vergel fascinante. Tanto es así que representa un subgénero en nuestro país. No solo por sus categorías particulares —el río como sujeto de inspiración, la presencia intensa de la flora y la fauna local, el amor por lo telúrico y el arraigo que denota una “preferencia por nosotros mismos”—, sino por el volumen y la densidad de las obras y autores. La Cámara de Senadores de la provincia aprobó hace unas semanas un proyecto de mi autoría, que instituye el 11 de junio como el día de la poesía entrerriana. Es en honor al nacimiento del poeta gualeyo Juan Laurentino Ortiz, Juanele.
La lista de poetas entrerrianos es larga y notable. Nace con Gervasio Méndez y transita nombres como los de Juanele, Carlos Mastronardi, Emma Barrandeguy, Arnaldo Calveyra (que desarrolló la mayor parte de su obra viviendo en París pero escribiendo sobre Entre Ríos), Ricardo Zelarrayán o Daniel Durand. La norma sancionada por la legislatura establece la inclusión del 11 de junio en el calendario escolar, para difundir, promover y concientizar en los colegios primarios y secundarios sobre el vasto universo que representa la poesía entrerriana. El proyecto designa a la Secretaria de Cultura de Entre Ríos como autoridad de aplicación y deja a su cargo la creación de jornadas y eventos culturales referidos al tema.
Política y poesía tienen mucho que ver. En primer lugar, porque creo que uno no las elige, sino que nos eligen: no como fatalidad, sino fuente de inspiración. Por otra parte, ambas representan un arte. La primera, el de hacer posible lo necesario. La segunda, el de crear ex nihilo, de la nada, en estado puro y crudo. Pero la poesía no puede supeditarte a la política. Si así fuera, devendría en panfletismo. La poesía es autosuficiente, representa y lleva consigo un sentido indómito de libertad, tal cual lo expresa su etimología procedente del griego, poiéo: engendrar, dar a luz, obtener, causar, crear.
Los pueblos poseen una identidad cultural innata. Nos reconocemos a nosotros mismos y al próximo construyendo sentido de comunidad. Esto implica un ethos determinado que, en conjunción con el clima, el suelo y el paisaje, forja un determinado carácter. Al comprender y aceptar ese carácter nos estamos reconociendo. Lo que los griegos llamaban “conócete a ti mismo”, aforismo que implicaba “poder repensarnos permanentemente”.
Frigerio y la cultura
La cultura tiene un papel central en el pensamiento desarrollista. Rogelio Frigerio vivió comprometido con la política, pero admitía que sus verdaderas pasiones eran “los versos y la filosofía”. Baldomero Fernández Moreno era su autor favorito. El fundador del desarrollismo pudo darse el gusto de publicar en 1954 el libro Pequeña antología de poemas, donde reunió en 150 páginas una selección de poetas argentinos, latinoamericanos y europeos. Costeó la edición de su propio bolsillo para distribuirlo entre sus amigos. Frigerio amaba especialmente las letras de los tangos y escribió varios, que publicó en un libro con un nombre ficticio y sus mismas iniciales. También tuvo un interés especial por la pintura y fue coleccionista de arte.
Estas aristas de la cultura popular no eran un ornamento para Frigerio. Eran la materia constitutiva de la identidad nacional. Todo su esfuerzo intelectual y político estaba centrado en la preocupación por el desarrollo de la base material del país porque creía que era el único camino para lograr el desarrollo cultural de las personas en comunidad.
Coincido con El Tapir y considero que la poesía es la voz más auténtica y autorizada de un pueblo para reflejar lo que es. Los versos son paridos por la musa popular y eso les da valor. Las políticas públicas deben garantizar su promoción, alentar a los autores, blindar la valentía de su expresión y resguardar su obra. Es que la poesía está en todos lados, a pesar de que pueda parecer dormida. Solo hay que aprender a verla. También está en la política y respetarla es una misión importante del dirigencia.
La política muchas veces nos castiga con momentos de zozobra, agotamiento y angustia. Quizás más de la cuenta. Pero también, cada tanto, puede acariciarnos o reconfortarnos: cuando sentimos que defendemos lo que vale la pena defender; cuando estamos del lado correcto sin la necesidad de mirar los resultados; cuando, por más mínimo que sea, ayudamos a transformar la realidad a favor de quienes más lo necesitan; o para dejar un legado. Con el proyecto del día de la poesía entrerriana me sucedió algo así. No sólo porque leo y escribo poesía desde chico, sino porque es necesario poner cada tanto las cosas en valor. Como supo hablar Antoine de Saint Exupery, a través de El Principito: lo esencial es invisible a los ojos.
Por Manuel Troncoso.
Tomado de: Visión Desarrollista.