RICARDO ZELARAYÁN
por MARCELO LEITES
RICARDO ZELARAYÁN puede ser presentado de muchas maneras: Un gran conversador; un poeta que ha buscado insaciablemente más allá de los límites de los géneros literarios, un hombre para quien la experiencia de la calle ha pesado más que el conocimiento de la tradición literaria, un provocador, un “flaneur”, un marginal. Nació "a mediados de la década del veinte" en Paraná, Entre Ríos. A comienzos de los setenta, integró junto a escritores como Germán García, Héctor Libertella y Osvaldo Lamborghini, el consejo de redacción de la Revista Literal, donde finalmente no publicó, pero su estética, especialmente su "Posfacio con deudas" (verdadero manifiesto que conviene situar en paralelo con el de Gombrowicz: "Contra los poetas") influyó en la filosofía de la revista, que ya en la Editorial de su primer número postulaba: "Todo es cuestión de lenguaje o el lenguaje está fuera de cuestión y la literatura es imposible". Literal aportó una nueva mirada a la cultura argentina, no tanto por la incorporación del psicoanálisis a la literatura (sobre todo, el buceo en el inconsciente), sino por un abandono del arte literario como representación de la realidad o mimesis aristotélica.
Como en las conversaciones de los niños, como en las charlas de café, como en el diálogo de dos borrachos, donde las palabras pierden su coherencia y empiezan a hilvanarse fuera del sentido habitual, fuera del servilismo de la “comunicación”, en la obra de Zelarayán aparece una frontera, un espacio en el que importa más el tono coloquial que el texto. De todos modos no hay que confundir con el coloquialismo de Gelman y del tango, del que su poética se aparta deliberadamente. Tampoco se trata de cualquier lenguaje coloquial, cualquier habla común, porque constantemente escuchamos frases y modismos que luego no sirven para escribir un poema. Justamente lo que les da valor es la cuidadosa selección que hace de ese acervo y su uso dentro de un determinado contexto. No se trata de una transcripción literal de la realidad, sino de una recreación artística. Zelarayán es un poeta del lenguaje, le interesa escribir en una lengua que se aparte “de la convención de la vida lineal y alienada”, que descubre en el argot del interior del país, especialmente del norte argentino.
He sintetizado los rasgos del estilo de Zelarayán en un ensayo que escribí sobre poesía entrerriana (Ver ensayo), de modo que este texto sólo será una prolongación de aquel.
Ricardo Zelarayán vive desde hace años en Buenos Aires y a pesar de reivindicarse entrerriano, su estética ha influido sobre todo en los poetas porteños, especialmente en los de la generación que se ha dado en llamar “de los noventa” y algunos de la generación siguiente, que lo consideran un maestro (a su pesar). Paradójicamente también, a pesar de escribir en contra de la poesía “leída”, su voz está informada por la oralidad, él mismo es un “hablado por la poesía” (escuchen sus textos leídos por él mismo, donde cada inflexión, cada matiz, están al servicio de una poesía que nació del habla cotidiana y luego se volvió poesía escrita, poesía visual). Su idea, de que no existen los poetas, existen los hablados por la poesía, además del sentido explícito, también apunta a cierto anonimato a la hora de formar su imagen de escritor ( Al menos por hoy al menos por este “poema” y Ese poema –llamémosle así - dice entre comillas y dudando, en dos versos de La Gran Salina; y en el Posfacio –se pregunta-: yo me he reído con estos (¿mis?) poemas, y por momentos dejé de reír…) y consecuentemente, la de no fomentar ningún culto al ego del poeta, ni de levantar falsos ídolos sino más bien todo lo contrario. El Posfacio que aquí publicamos (Ver) es tanto una “ars poética” como un manifiesto en contra de la literatura seria, solemne y académica. También en contra de los poetas que se creen profetas o genios. Zelarayán ha cultivado el “fracaso” desde el punto de vista editorial y, me atrevería a decir, personal. Ha sido consecuente con su toma de posición excéntrica a los circuitos oficiales de la literatura y de lo único que se ha jactado es de tener muchos más libros sin publicar que publicados. Y de esta actitud (lo sabemos quienes padecemos la atmósfera enrarecida del ambiente literario actual), pocos escritores pueden alardear. Esas “fiestas de lenguaje” que Zelarayán heredara de Macedonio Fernández se han transformado en restos, en esquirlas, en ocasiones para dar rienda suelta a la “moral del codazo”, de la que ya hablaba Juan Ortiz. Las conversaciones gratuitas entre escritores casi no existen más en nuestra época, donde hay cada vez más poetas, más publicaciones y menos lectores de poemas.
En los últimos años, Zelarayán se ha dedicado a la traducción y a la escritura de fragmentos. Según su autor, Los poemas de Roña Criolla se escribieron inesperadamente en 1984 para terminar con las vacilaciones que me impedían escribir una larga novela aún inconclusa.Se trata de “Lata Peinada” y según se dice todavía la sigue escribiendo. Sin embargo, Zelarayán ha abonado al mito de las “malas” escrituras, de la imperfección, de la incompletud, por eso creo que la novela quedó trunca y de ahí extrajo los sintagmas alucinados, con muy pocos verbos conjugados y pocos nexos que conforman el material lingüístico de “Roña criolla”, donde están ausentes las acciones que transformarían ese libro en una historia, en una narración, en una novela, al fin. Roña Criolla ha sido adscripta al neobarroco por parte de cierta crítica. En todo caso se trata de un neobarroco atípico: la hipercodificación de los significantes a partir de texturas sonoras -propia del movimiento- ha sido reemplazada por una música sorda, austera y seca, a la manera del Free Jazz, música de la que se considera deudor.
En su estilo hay una sintaxis entrecortada con frases que si bien forman un todo orgánico, se presentan como inconexas, a través de imágenes casi oníricas, lo que lleva a pensar que Zelarayán busca romper también el sentido unívoco de las palabras, la transparencia del lenguaje y que deliberadamente elige ( o es elegido por) cierta opacidad, cierto hermetismo, no dado por el uso de determinadas palabras, que al fin y al cabo son muy comunes y completamente referenciales, sino por la trama que forman entre sí y que más que a un canto, remiten a una historia no lineal. Pero también usa determinados juegos sonoros, rimas internas y aliteraciones, para producir ese efecto de extrañeza: “Pero creer no es crear”; “La canción me la guardo para otra ocasión”; “La hija del carancho anda aprendiendo a volar”.
El humor y la parodia a determinados prototipos sociales y literarios están muy presentes en su obra.
Ejemplos:
Palabras y adjetivos: Aguantaraz, pelambruna, puta calandria, piedra mironera, ¡Ay palomitay!, acurrucadito, dispierta, agujeros sonsos, tiempo guacho.
Frases: Nunca bien te veo; viento cuentero abriboca; …y el anzuelo pa morder de última; a todo esto hay piedras que aflojan; pegajosa como tábano; sobre las cuchillas (colinas, pa que entiendan los porteños); ¡Ay mi maestrita cabeceadora!; La Lucinda tiene la lumbriz, /la Rosa la hurmiga; la siesta aplana; Pero por qué no se va corriendo hasta su Corrientes en patas?
Sin embargo, a veces se pone más denso y sus frases cambian no sólo de tono, sino que parecen enunciar una verdad general, como cuando dice: “El agua mansa sabe que va al muere”; “El fuego siempre tiene la última palabra”; “El que se escapa termina solo”; “El cuerpo, aligerado bolsillo del alma”.
No puedo cerrar estos apuntes, sin una lectura de la obra maestra de Zelarayán: LA GRAN SALINA. Se trata de un vasto fresco de doce páginas donde el poeta recuerda en primera persona su excursión por ese gran mar de sal que es la salina argentina ubicada entre las sierras de Córdoba y Santiago del Estero. El texto, lejos de ser un inventario turístico, funciona como símbolo de la percepción del escritor y le permite ir describiendo los pormenores de su viaje. Hay alteraciones temporales en la presentación de las imágenes que van desde el presente con el poeta recorriendo en tren o caminando la salina, hasta la asociación –digna de Lautréamont- de un piano que el poeta recuerda haber visto bajando de un edificio con la biografía de Ravel y su música que imagina escuchar en la soledad de la salina, mezclado con el silbato de la locomotora; desde la relación de la gran salina con la sal de las comidas, hasta el racconto de anécdotas y disquisiciones sobre la poesía y el misterio o (Miss-Terio, Miss-Tedio o chica rodeada de teros asustados), entre otras muchas cosas de las que habla esta gran caja de pandora salada. Digamos que Zelarayán no puede con su genio: ni siquiera en este poema, emblemático de su producción y acaso el más serio de todos los que se le conocen, deja de lado el hecho de que en definitiva la existencia misma es un gran juego y sólo vale jugarlo a fondo; porque el arte mismo, juego por naturaleza, es el único que desafía el destino común de los mortales. Porque la única realidad es el lenguaje. Porque cualquier poeta que se precie de tal busca y seguirá buscando siempre una palabra que resplandezca como los ojos de los gatos en la oscuridad.
Esperamos contribuir con esta publicación a la difusión que este poeta se merece; hasta ahora ha sido muy poco leído fuera del círculo de fieles que lo consideran un escritor de culto, y de algunos otros que lo odian, pero no lo pueden soslayar. Su obra, a pesar de la brevedad, constituye una de las apuestas más originales de la poesía argentina de los últimos años.
El 29 de diciembre de 2010, Ricardo Zelarayán falleció en Buenos Aires. Ver crónicas de su deceso en Novedades (clic aquí)
Libros publicados:
- La obsesión del espacio (Poesía, 1973, reeditado en 1997)
- Traveseando (Cuentos Infantiles, 1984)
- La piel de caballo (Novela, 1986, reeditada en 1999 y 2017 por Adriana Hidalgo) - Ver nota de reedición de 2017
- Roña criolla (Poesía, 1991)
- Lata peinada y otros escritos (Ed. Argonauta. 2008)
- Ahora o nunca (Poesía Reunida. 2009)
Sobre el autor y textos inéditos:
TEXTOS
De: La obsesión del espacio
(Poesía, 1973, reeditado en 1997)
ESPACIOS
SOMBRAS
LO DE SIEMPRE
De: La piel de caballo
De: Roña criolla (Poesía, 1991)
AIRE SORDO
LATA PEINADA
INÉDITO
POEMAS LEÍDOS POR EL AUTOR
LINKS
Algunos links sobre Ricardo Zelarayán y su obra: