Ser adentro y ser afuera, por Felipe Hourcade

 

Adentro y afuera
Marcelo Leites
Barnacle
2019 |

 

Por Felipe Hourcade.

 

Marcelo Leites nació en Concordia, en 1963. Es poeta y crítico literario. Publicó los libros de poemas El Margen de la aldea (Ediciones Río de los Pájaros, Concordia, 1992),  Ruido de Fondo (Trópico Sur, Asunción del Paraguay, 2001) Tanque australiano, (Gog y Magog, Buenos Aires, 2007),  Resonancia de las cosas (Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2009) y Adentro y afuera (Barnacle, Buenos Aires, 2019). Tiene un blog, histórico podríamos decir a esta altura, que se llama “La biblioteca de Marcelo Leites”; en ese espacio público, sube poemas. Los que forman parte de su biblioteca personal, pero también de su bagaje cultural en términos poéticos, de todo lo que leyó y sigue leyendo incansablemente, manteniéndose actualizado, lo que se refleja en su biblioteca virtual. Cabe destacar que Marcelo no es solo un lector de poesía sino también un poeta con todas las letras. Además, es un crítico agudo, sagaz y certero. Una frase suya puede derrumbar o fundar una estética. Como el epígrafe “anónimo” que abre el libro que hoy presentamos: 
“Toda estética
está contenida
en el cuerpo de una mujer.”
-Anónimo. 

            Ahora, dejemos al poeta de lado y centrémonos en su poesía. Citando al propio Leites en su poema “No te olvides” de Adentro y afuera, “que los poemas, son más importantes/ que los poetas, no te olvides.” 

Intento leer este libro, que está dividido en tres partes (Otoño, Adentro y Afuera y Homenajes) en la clave que brinda el epígrafe de apertura citado con anterioridad. Entonces vuelvo al título y recuerdo lo que Miguel Ángel Federik escribió al respecto: la reiteración de las palabras Adentro y afuera tanto en los poemas mismos como en la puesta en página del libro, esto último en cuanto al trabajo editorial que se llevó adelante. Agrego algo menos unívoco, también referido al título: su posible anclaje con lo sexual. De ahí que el epígrafe que abre al libro se refiera al cuerpo de una mujer. Adentro y afuera puede tener, tranquilamente, una connotación sexual. Pero también puede significar otra cosa, que a mi entender resulta sumamente relevante sin dejar de lado la cuestión carnal. Se trata de una forma de percepción de mundo, una forma de pensarse a uno mismo en el mundo y una forma de escribir: desde adentro y desde afuera. Por eso el conector es una “y”: pone en un mismo plano lo interior y lo exterior, uniendo dos extremos que, en teoría, nunca se tocan. Leo esta percepción de mundo en el poema homónimo, donde hay un posicionamiento espacial de ideas en el adentro y el afuera, pero no son determinantes: arriesgo en la lectura y me pregunto qué pasaría si algunas de esas ideas que están afuera pasaran a estar adentro; entonces concluyo que el adentro y el afuera no es una oposición, sino justamente todo lo contrario: una unidad contenedora, formada por dos partes que se complementan como el yin y el yang. Después, la forma de pensarse a uno mismo en el mundo puede leerse en el poema Soy. Acá, la identificación del poeta se da entre aquello que está adentro y afuera de él; la identificación está adelante del espejo, pero también atrás; está lejos, pero también está cerca. Y leo esa forma de escribir desde adentro y desde afuera en todo el libro, pero especialmente en Ars poética y Ars poética II que, casualmente, se titulan como la forma de hacer poesía que tiene cada poeta, como un manifiesto poético que, en el caso de Leites, a diferencia de otros manifiestos poéticos, nada tiene de panfletario. Estos dos poemas reúnen los dos aspectos que mencionaba antes, y como resultado dan la poesía de Marcelo Leites en esta obra. Es decir, la forma de percepción de mundo y la forma de pensarse a uno mismo en el mundo dan como resultado una forma de escribir, que en estos dos poemas se encuentra expuesta con claridad y potencia. Leites lo deja bien claro en el verso que dice “si puedo unir dos extremos que nunca se tocan”. A saber: adentro y afuera, acá y allá, adelante y atrás. De una arquitectura deslumbrante, en el primer Ars poética Leites deja claro los tantos. Define lo que para él significa la poesía, lo que significa el poeta, y lo que significa, por sobre todo, escribir poesía. En Ars poética II el poeta sigue tirando del mismo hilo, pero a través de su experiencia personal; me remite, inevitablemente, al poema Porque escribí de Enrique Lihn.

            Ahora bien, hasta acá los poemas del libro que leímos están ubicados en la parte del medio, titulada justamente Adentro y afuera. Las otras dos partes son Otoño, que es la primera, y Homenajes, que es la última. 

            Otoño cuenta con trece poemas numerados, algunos de ellos también con un título. El primero es Miniaturas II. Para aquel que no conoce la obra de Leites, resulta un poco extraño ese “II” agregado al título. Pero es que hace falta leer el libro anterior, aquel que publicó diez años atrás bajo el título Resonancia de las cosas y ver que, en mitad del poemario, hay una sección denominada Miniaturas. Ahora bien, Miniaturas II está basado en la corta pero precisa estructura del haiku; se tratan de  poemas breves, aislados, que funcionan como escenas flotantes; algunos otros son sentencias o preguntas que giran en torno a la poesía.

            En el segundo poema de Otoño, “No te olvides”, Leites nos hace acordar, haciendo una suerte de continuación del poema homónimo de Arnaldo Calveyra, de aquello que justamente nos olvidamos cuando más lo necesitamos para satisfacer el espíritu. Nos recuerda, como Calveyra, que justamente de lo que no hay que olvidarse es del olvido “Del olvido no te olvides./”, dice Calveyra, “No importa de qué. Lo que importa es no olvidar,/ no olvidarse.” Y  Leites, en una especie de continuum y de homenaje, se apropia de la idea de Arnaldo Calveyra y la traduce llevándola a su propio terreno: su estética. En ese proceso de traducción se juega una importante resignificación.  

            Leo los nombres de otros escritores en el libro de Leites como una constelación. En este poema, precisamente, a Arnaldo Calveyra, a Carlos Mastronardi y a Juan L. Pero si nos tomamos el trabajo de prestar atención a todos los demás nombres, podemos armar una constelación en la que Marcelo Leites se inserta. Claro está que esa constelación la forjó él con sus lecturas, como se ve en lo que llamé la continuidad del poema de Calveyra “No te olvides”. Pero esa constelación no solo está formada por escritores de distintos países, lenguas, épocas y estéticas (nombro algunos: Girondo, Pizarnik, Mark Strand, Fernando Pessoa, Leónidas Lamborghini, Sándor Márai, Pavese, Héctor Viel Temperley, Jorge Aulicino, Ezra Pound), sino también por figuras que están ligadas a otras artes que no son la literatura. Actores o actrices como Robert De Niro o Sofía Loren, una pintura de Lucio Fontana y otras de Klimt y Gaugin, una canción popularizada por Ella Fitzgerald, una canción de Chacho Müller, una novela de Osvaldo Baigorria. Estas figuras también representan la constelación de Marcelo Leites, porque orbitan dentro de su mundo y tienen que ver con lo artístico. En síntesis: Leites toma elementos del cine, la pintura y la música —y de la poesía, ante todo— y los hace converger en su propio mundo. Agarra esos planetas y los pone a girar según las leyes que rigen a su poesía. Hay un movimiento de afuera hacia adentro, y viceversa. Porque aquello que proviene de afuera pasa por adentro y vuelve a salir al mundo; y aquello que proviene de adentro pasa por afuera y vuelve adentro. Eso sí, diferenciándose gracias a la intervención de la palabra del poeta que realza cada cosa que escucha, que mira, que toca y siente. Así, Marcelo Leites nos regala un paisaje que no es exterior, pero tampoco interior. Se trata de encontrar el punto justo entre una cosa y la otra. Ser adentro, y ser afuera.

            La última parte del libro se titula Homenajes y estos poemas, en su mayoría, están dedicados a alguien. Pero eso es apenas un detalle, porque el destinatario final, en realidad, es el público lector. Ahora bien, me interesa ese movimiento de identificación que puede producirse a través del homenaje. El poeta homenajea a sus hijos, a su madre, a sus amadas, en tanto el lector puede identificar en el poema los distintos lugares que se pueden ocupar en una misma vida. Como en After you’ve gone que busca nombrar la ausencia del amor y no puede porque con el poema no alcanza, tal vez porque la ausencia, como el amor, es más grande que la palabra que la representa. En Mi mamá es Sofía Loren hay una madre que sufre en silencio y un hijo que le habla en dos idiomas diferentes reconociendo toda su fuerza maternal y toda su belleza. Por su parte, el poema Si… reluce por su melancolía, por la dulzura de aquello que no podrá ser nunca en la realidad pero sí en el pensamiento (una suerte de paraíso artificial, podría decirse). Ahora que lo pienso, este poema podría ir en tándem con el de Raymond Carver titulado “Vos no sabés qué es el amor”.

            Al principio decía que hay tres aspectos que me parecen cruciales: 1) la forma de percepción de mundo, 2) la forma de pensarse a uno mismo en el mundo y, como resultado de estos tres aspectos,  3) una forma de escribir: desde adentro y desde afuera. Remarco, ahora, que estos tres aspectos son una constante en la obra. Transcribo fragmentos de distintos poemas, que giran en torno a la misma preocupación en torno a la poesía, los poetas y lo que significa escribir poesía. “¿A quién interpela la poesía?” (Miniaturas II), “No te olvides del tono de la voz/ de las modulaciones, del timbre, del grano/ de la voz.” “(…) que los poemas son más importantes/ que los poetas, no te olvides.” (No te olvides). “Seguimos creyendo en la poesía,/ que vaya a saber si existe.” (IV). “Mi mano escribe estos versos/ ¿pero es mi mano?/ ¿soy yo el que escribe?” (XII Otoño). “Por escribir poemas/ se olvidaron de vivir” (Debajo de los sauces). “Porque todavía sigo siendo/ una excusa para escribir,/ ¿No?” (Una mujer chiquita pero grande). “Una construcción que puede/ de todos modos/ aniquilarte” (XI).

 

***

 

Tres poemas de Adentro y afuera, de Marcelo Leites.

 

Adentro y afuera

 

Afuera: los pájaros, el río, la tierra
adentro: los huesos, los restos
afuera: el día, la noche
adentro: la niebla
afuera: la mirada del otro
adentro: los pulsos del corazón
afuera: la música
adentro: el silencio
afuera: los poemas
adentro: un ritmo repetitivo
afuera: la palabra nítido
adentro: la palabra sombra
afuera: el movimiento
adentro: la quietud
afuera: los astros
adentro: los ojos las manos los oídos la nariz la lengua
afuera: las huellas del camino
adentro: las piernas, las manos
afuera: vos
adentro: yo

 

Soy

 

Soy mi cara en el espejo
mi cara detrás del espejo
tus ojos en los que me miro.
Soy un animal que apenas aprendió a caminar
el grito callado del espasmo
el agua en las grietas de la tierra
la sombra silenciosa de una calle oscura
el que se encuentra después de un largo viaje
el que duda más allá de los límites de los sentidos.
Soy mis manos y mis piernas
el que se afirma donde no está
el que mira absorto el horizonte.
Soy cerca y soy lejos
soy el otro que fui una vez
y el que seré si soy
lo que no puedo dejar de ser
el margen de mí mismo
soy
soy
soy adentro
y afuera.

 

Si…

 

Si supieras hasta dónde llega la mirada,
y cómo se unen los rizomas en el jardín,
cuánto necesita la tierra de la lluvia;
si supieras que el aire para respirar es uno solo
y una el agua pura necesaria para vivir;
si supieras que los árboles crecen aun bajo la sombra
y que cada flor es única, pero todas son necesarias
y algunas tienen un perfume irresistible;
si supieras que la vida no es un film en technicolor,
pero tampoco en blanco y negro
y a pesar de eso la sangre sigue corriendo
en varias direcciones;
si pudieras olvidar esa musiquita minimalista
que suena cada tanto en una radio lejana,
pero que tan poco tiene que ver con la música
que suena en la cama de cedro;
si dejaras que los pájaros levanten vuelo
sabiendo que igual todos los días
vuelven a cantar bajo la ventana;
podrías separar la paja del trigo
y el árbol del bosque
y beber de la única fuente de luz,
esa que sale de nuestras manos juntas.

 

 

Fuente: Revista El Cocodrilo