MATEO DUMÓN QUESADA
Por Matías Armándola
La obra, breve en cantidad, pero de una expresividad estilística incomún, de Mateo Dumón Quesada, constituye a nuestro juicio el más alto arquetipo de la literatura heroica entrerriana, y sus estampas de caudillos, matreros cantores y hombres chúcaros de la campaña perpetúan una visión consagrada paralelamente por la historia y por la peculiar psicología del hombre de EntreRíos.
Mateo Dumón Quesada nació en Gualeguaychú el 24 de abril de 1901 y murió de cáncer en la misma ciudad el 13 de mayo de 1954. Hijo de estanciero y estanciero él mismo hasta que el dinero y el campo se diluyeron en los caminos de la trashumancia bohemia, descendía también de aquel coronel Dumón que fue campeón de truco del ejército de Urquiza, que una vez se dejó ganar por el general para obtener de éste una gracia en favor de un amigo exiliado por el mismo caudillo, hecho que narra en un relato titulado «El campeón de truco», de intensaemotividad.
Entrañable amigo y discípulo de Yamandú Rodríguez, el magnífico creador de Humo de marlos y (1944) y Bichitos de luz (1925), y gran maestre de la nueva poesía gauchesca, Dumón alternó con él largos años en Montevideo, en Entre Ríos y en Buenos Aires, y es probable que bajo su influencia haya escrito su primer libro, los poemas gauchos de Sol en los rastrojos, que datan de 1917. Dueño de una figura casi espectacular y una voz incomparablemente majestuosa, empezó a difundir sus propios poemas en teatros y salas rioplatenses, primero en el teatro Solís de la capital uruguaya y luego en las ciudades del litoral argentino, especialmente en Entre Ríos.
En Buenos Aires colaboraba en «La Novela Semanal»; fue asiduo concurrente a las peñas del «Napoleón» y en Mar del Plata llegó a grabar un disco con temas propios. Ese disco estaría probablemente en Paraná, en poder de un viejo amigo suyo. Poco antes de su deceso proyectaba viajar a Europa. En general, su vida fue un poco la del romero o juglar, y muy pocas cosas pudieron atarlo a los sueños.
Tal vez por influencia, otra vez, de Yamandú Rodríguez (quien en sus últimos años adhirió a las concepciones teosóficas y metapsíquicas) Dumón Quesada escribió una serie de sonetos místicos que tituló, sugestivamente, Liberación (1939), y que permanecen inéditos, según nuestro conocimiento.
Pero la obra principal de Dumón Quesada está constituida por una serie de relatos poemáticos con temas históricos entrerrianos y con estampas del campo, matreros y donjuanes de Montiel. También dedicó algunos de sus poemas a figuras del Uruguay, país al que quería entrañablemente. Nunca emprendió la tarea impar de hacer la epopeya de la entrerrianía, objetivo, por otra parte, que no se había propuesto pero que hubiera resultado de un valor también impar, dentro de su estilo épico. Este poeta quiso más bien rendir homenaje a esa tradición que la historia grande dejó en borradores. Así, sus Poemas Chúcaros3, casi todos inéditos y cuyo título en verdad no manifiesta realmente su contenido histórico, nos traen, en apoteosis gaucha, las figuras del heroico capitán de Cepeda, Don Martín Zanabria, del señor de horca y cuchillo de Villaguay, Crispín Velázquez; de su hijo polonio, heredero del feudo de «Palmas Altas» (evocado también por Balboa Santamaría en su Montielero); de Fausto Aguilar, proclamado por Urquiza en Campo Álvarez, «la primera lanza de América»; del general Lamadrid, gritando desde el suelo «¡No me rindo!»; o los postrerosmomentosdelSupremoEntrerriano;odelsegundomatrerocantordeMontiel, «Calandria», y otros personajes que conforman parte de la mitología montonera y montielera de la provincia.
De todos modos, Dumón Quesada, que no fue nunca un gran lector (salvo de Historia) y que no se había formado sistemáticamente para la «profesión» literaria, inició la escritura gradual, no de los hechos más sobresalientes y divulgados de nuestra historia provincial, ya muy socorridos, sino de esos episodios que el conocimiento medio ignora, y en los que la realidad y la fantasía se entraman, tal como en las gestas clásicas, en donde la verdad histórica está flanqueada por lo sobrenatural y lo místico. En la épica de este escritor, los héroes olvidados reencarnan con una obstinación prócer, y hasta las derrotas se llenan de gloria, saltando del puro olvido al escenario de la emoción y del homenaje. De su colección de poemas Liberación, transcribimos este soneto:
Si tu comprendieses, cuando muera, no he muerto.
Vibraré en otra forma dentro de la armonía.
Seré lo que ya he sido, niebla por el desierto
camino donde pague otra melancolía.
Después, tenlo seguro, regresaré a este huerto.
Abriré nueva senda, esperaré otro día;
Pero la vida es Vida; morir, es el acierto
de comprender la muerte por la filosofía.
¿A qué llorar? ¡Escucha! en la unidad del Todo
somos ánforas rotas, que nos damos a modo
de Dios, por ser Dios mismo quien nos dio floración.
Pero nunca, nunca, jamás estamos muertos
¿comprendes? No te angusties; las almas tienen ciertos
cielos, donde no cabe la luz de la razón.
Por Luis Alberto Ruiz, Extraído de la inédita Historia de la Literatura Entrerriana
3 El autor de la presente historia copió al dictado de boca del propio Dumón Quesada todos los Poemas Chúcaros. El poeta no tenía el menor cuidado por sus originales, que solía sacar triturados de sus bolsillos. Es probable que pronto puedan ver la luz otras composiciones suyas, y se puedan ampliar considerablemente algunos aspectos de su biografía.